Capítulo 6

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Debían de haber pasado unos cuantos minutos del amanecer cuando el joven abrió los ojos. Al abrirlos pudo verla junto a él y pudo ver su rostro a unos centímetros del suyo, no parecía tener una sola imperfección en él, tenía la piel pálida, aunque no tan pálida como la suya y al verla parecía que el tacto fuese como el terciopelo. Nunca en su vida había visto una belleza tan natural como aquella, era bella y toda ella brillaba por sí misma, no necesitaba de arreglos ni de ningún otro recurso más para impresionar a un hombre.

Mientras ella despertaba, el muchacho se encontraba calentando el caldo que habían comido la noche anterior, con ello esperaba que ambos pudieran calentar su cuerpo y que se encontrasen bien alimentados para afrontar el día nevado que se les presentaba. La acumulación de nieve había crecido un palmo durante las horas de sueño que ambos habían tenido, por lo que cuando ensillase al caballo debería de ponerle las protecciones adecuadas para aquel clima y así procurar que se encontrase lo más resguardado del frío que pudiese. Una de las mantas que tenían sería para su montura y la otra sería para ellos, ya que, el que él estuviese acostumbrado al clima no significaba que no sintiese el frío. Cada vez irían más al norte, por lo que más frío haría y ella tenía que acostumbrarse a él, aunque ella parecía estar adaptándose bastante bien a él.

Ante el olor de la deliciosa comida la joven comenzó a despertarse, notaba que el ambiente había refrescado de manera razonable, pero también se debía a que la fogata había disminuido la cantidad de llamas que calentaban aquella pequeña cueva. En parte, también sentía la ausencia del calor corporal del muchacho, pero esperaba que no se hubiese sentido incómodo al ver que estaba demasiado cerca de él. La muchacha tomó asiento frente al fuego y pacientemente esperó a que lo que el joven estaba cocinando terminase.

Era más que obvio que después de terminar aquella comida que tenía que durarles todo el día, partirían hacía su destino. Si sus cálculos eran correctos, aquel día llegarían al pueblo al otro lado de la frontera. Era obvio que ella deseaba ver todo aquello para que se le quedase guardado en su memoría, pero era bastante evidente que aquello no podía ser, ya que si no no llegaría a salvo al final de su destino. Se notaba que él realmente estaba cuidando de ella y quien era ella para tirar por la borda todos los esfuerzos que él estaba poniendo.

Tal y como había esperado la joven, habían tomado el alimento y enseguida habían comenzado a prepararse para el camino. Ambos habían puesto las protecciones contra el frío para el corcel y, antes de subir a él, ellos también se habían protegido exceptuando la manta que se la colocarían una vez estuviesen sobre él. Con aquella nieve tenían que ir poco a poco durante el camino, ya que si se había formado hielo el caballo podría caer y salir lesionado.

Tras apagar la fogata, salieron de la cueva y sin más preámbulos montaron al corcel tal cual era ya habitual, ya que debían seguir su camino. El corcel iba simplemente caminando, ya que el suelo podía hallarse resbaladizo y debían mantenerse alerta y precavidos. El camino que quedaba era corto y no era cuestión de que su único medio de transporte se hiciera daño o se accidentase de muerte.

La joven se había acurrucado en el pecho del muchacho, se encontraba cubierta también con la capa de él y se encontraba muy relajada debido a que escuchaba los rítmicos latidos del corazón del muchacho. También se sentía protegida debido a que el muchacho al agarrar las riendas la rodeaba con los brazos y parecía estar abrazándola, aunque los muchachos estaban pasando frío, este no era nada comparado a lo que pasarían si estuviesen separados el uno del otro. Mientras, el muchacho intentaba no estar nervioso porque si no ella lo notaría, pero sabía que el estar así lo tranquilizaba, pero no sabía a qué se debía aquel sentimiento de tranquilidad al estar completamente cerca de ella.

Destinos cruzados (SasuHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora