CAPÍTULO V

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No tardaron mucho en llegar a su objetivo de la noche, pues solo habían tenido que tomar un autobús hacia el sur de la ciudad. La vivienda donde se encontraba ubicada la fiesta no era ni muy escandalosa o muy silenciosa, simplemente a un nivel que se podía disfrutar sin temor a que sucediera algo peligroso. A Arcadio por su parte, en su mundo, le parecía la fiesta más aburrida de la historia de las generaciones.

Sentado sobre el cuarto escalón de la escalera, sujetando con su mano derecha un vaso de refresco sabor a naranja con hielo, y un poco de alcohol; podía ver a Naira hablar con otros chicos de la misma clase que ellos, entre ellos, Abel.

Realmente no podía entender cómo podían etiquetar a Abel con la palabra divertido, ni siquiera estaba cerca de tener una "D" en su persona.

Más bien tenía una "M", pensó perversamente Arcadio.

—Oye, viniste. —Tocó su hombro moviéndolo hacia adelante mientras se sentaba en las escaleras con él, haciéndole compañía a su soledad. Notó que no le preguntó sobre su cámara inseparable, eso le agradó.

—Te dije que lo haría —le dijo a Damián, mientras bebía otro trago de su vaso.

—Naira se ve muy bien —festejó su amigo.

—No se ve mal —admitió tranquilo. El silencio se hizo presencia. Arcadio sospechó que le harían una pregunta incómoda.

—¿En serio solo son amigos? —preguntó con una sonrisa, sin dejar de mirar a la castaña, quien le dio un golpecito amable a Abel.

—Ya te he dicho que sí —respondió con tono neutral el pelirrojo.

—No me convencen, ya debieron tener sus roces. —Su tono no le gustó del todo y tampoco lo tomó como en broma.

—¿En qué momento? Siempre estoy contigo en la escuela. —Sabía que no podía discutir con esa lógica.

—Por las tardes, cuando no te veo. —Sonrió con burla.

—Claro —dijo girando sus ojos mirando a otra dirección.

—Yo solo pensaba que...

—Arcadio, viniste —dijo aquella voz femenina de jeans ajustados y una blusa que dejaba ver su abdomen. No muy agradable para él.

—Alyssa. —Solo pudo decir su nombre. A lo que su amigo, sofocó una risilla en su hombro propio. Parecía que la castaña clara no era lo bastante despierta para darse cuenta de eso.

—¿No te sientes muy aburrido ahí? —le preguntó.

—Debe estarlo —dijo Damián con intención de arruinarle más la noche.

—La verdad no... —alcanzó a decir.

—Vamos, bailemos —lo invitó tomándole las manos adelantándose a una respuesta. Arcadio no conocía ese tipo de flirteo, ya que la conversación apenas duró alrededor de dos minutos.

Damián solo quería contener la risa sujetándose el estómago, como si algo le hubiera caído mal. Conocía lo bastante a su amigo para saber que lo último que quería en ese momento era compartir un baile con alguien.

—No estoy seguro, la verdad no sé bailar. —Quiso tomar una excusa por adelantado esperando que aquello lo salvara de dicha situación.

—Todos sabemos bailar. —Lo jaló hacia la pequeña sala. Donde una canción no de su agrado, sonaba. Quería pedirle al suelo de favor que se abriera y se lo tragara hasta lo más profundo de la tierra. Pudo notar una mirada no muy agradable de Naira, pero la ignoró. Sintió los delgados brazos de la agraciada mujer rodear su cuello.

Hyera Preludio de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora