CAPÍTULO XX

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Las mañanas nunca habían sido su mejor momento, tampoco mirar el poco sol que salía cada mañana o cada tres días a la semana. Damián había despertado con mucho apetito y eso tampoco lo sorprendía, ahora estaba pensando incluso que comer hígado sería delicioso. Por otro lado, Zero parecía ser el hogareño perfecto, aunque, si bien la combinación de frutas con vegetales nunca fue su plato preferido, reconocía que podía hacer una pequeña salsa agridulce donde todo funcionara bien. Nie fue el más privilegiado, ya que le tocaron las zanahorias, se le veía bastante feliz con ellas. Zereny no había tocado la comida desde que hacía una hora parecía estar más concentrada en admirar la mañana del bosque con solo sombras y un poco de viento.

—Son calabazas —le dijo Zero a Damián, quien se había atrevido a hacer una mueca.

—Nunca había probado estas.

—Son orgánicas. —Zero no borraba su sonrisa.

—Yo diría que volcánicas —dijo en voz baja sin dejar de comer. Por primera vez sintió envidia por Nie. Arcadio podía contar los minutos que llevaba la nuez dentro de su boca.

—¿No vas a comer? —Arcadio se atrevió a preguntarle a Zereny.

—Ya comí.

—¿En la última luna llena? —Damián trató de bromear porque estaba seguro de que Zereny no había tocado la comida. Zereny solo movió su mano.

—No me calles —replicó Damián. Pero Zereny repitió el movimiento. Zero se inquietó sujetando a Nie con ambas manos levantándolo de donde estaba comiendo. Arcadio notó el ambiente tenso alrededor. No era como Zereny o Zero ni tampoco Damián, pero podía sentir claramente que algo había alterado el lugar. Los vellos de su nuca pudieron sentir cómo se levantaban de su posición normal, algo que no pasaba desde hacía un buen tiempo, era un escalofrío diferente a los que había logrado experimentar antes.

—Lo harán. —La voz de Zereny los sacó de sus pensamientos.

—¿Harán qué?

—¿Quiénes? —preguntó Damián. Zero observó a Zereny sin dejar de sujetar a Nie. Pero antes de continuar con sus preguntas ella había salido de la cabaña a paso un poco más acelerado, pero no se le veía alterada.

—No puedes dejar que lo vuelvan a hacer. —Zero la había seguido. Aquello no pasó desapercibido para los únicos humanos en el lugar.

—Si vuelves a meterte Él no podrá salvarte de nuevo y lo sabes.

—Entonces no dejes que lo hagan. —La conversación seguía siendo lejana al entendimiento de Arcadio y Damián. Pero Zero parecía bastante alterado y el rostro que deleitaba en ese momento no era lo que habían conocido en ese poco tiempo que llevaban habitando el lugar.

—No puedo evitarlo. —Zereny sonaba cada vez más irritada. Arcadio decidió intervenir.

—¿Qué está pasando? —preguntó.

—No te metas, humano.

—¿Ahora soy humano? Ayer tratabas de darles calor a mis dedos. —Zero se sonrojó y Damián no podía caerse por la impresión porque el suelo era demasiado incómodo por las piedras.

—Debí habértelos arrancado de una mordida. —Esta vez ella estaba muy enojada cuando giró a verlo fijamente con aquellos ojos que creyó haber soñado ayer.

—¿Eres bipolar? Me dices que confíe en ti, pero realmente solo quieres que mantenga mi boca cerrada. —Esta vez Arcadio no se controló. La ira comenzó a invadirlo por su cambio de tono de voz y comportamiento.

—Es lo mejor que puedes hacer. Mantener tu boca cerrada y dejar que me haga cargo.

—¿Por qué eres el Hyera aquí? Déjame decirte que tus poderes anormales no te dan el control sobre mis decisiones. Eres arrogante e irritante. —Arcadio caminó al lado de Zereny dejándola atrás. Aquello la desconcertó.

Hyera Preludio de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora