El camino seguía siendo silencioso, Zereny les habían prohibido hablar en lo que ella les permitiera volver a hacerlo. Zero no parecía del todo incómodo a pesar de sentir que no encajaba en aquel ambiente; se las había arreglado para traer consigo antes de salir a buscarlos en el infierno de los inocentes dos capas negras, que les permitían ocultar gran parte de su cuerpo que pudiera delatar el color de su piel. Aun así, ambos lo encontraban ilógico, ya que Zereny y Zero seguían portando sus pieles artificiales, no obstante, ellos eran conocidos como Hyera sin importar lo que llevaran encima. El descenso que atravesaron no fue tan oscuro como la entrada, al menos ya no tuvieron que aferrarse a las manos de los Hyera para sentirse seguros al caminar, había esta vez suficiente iluminación gracias a las antorchas de fuego azul. Una vez que lograron llegar a lo que parecía el límite de su desconocido descenso, el suelo no era muy diferente a lo que habían visto arriba, era duro y firme, libre de basura, aunque no de plantas, las cuales al parecer no necesitaban sol para seguir creciendo. Aquellas plantas que poco habitaban alrededor tenían sus ramas de inferior tamaño con una inclinación exagerada hacia abajo, dándole un aspecto bastante triste a cada una de ellas, pero no se veían marchitas.
—¿Cuándo es de día aquí? —preguntó Arcadio sin apartar sus manos de su pecho, tratando de ocultar lo mejor posible su piel real humana.
—Nunca es de día —dijo Zero sin dejar de avanzar.
—¿Nunca?
—Creo que ya te respondió —dijo Zereny.
—Eso es imposible. —La cabeza de Damián en ese momento estaba llena de preguntas para tratar de bajar el nivel de nerviosismo que tenía.
—¿Puedes mirar al sol entrar? ¿Escuchaste la historia que te conté?
—Te escuchas molesta —dijo Arcadio.
—No estoy molesta. —Ninguno de los presentes estaba de acuerdo.
La oscuridad sin embargo aún era lo suficientemente mayor como para hacerlos sentir inseguros. Ninguno de los dos humanos se percató cuando Zereny comenzó a frotar una de las plantas que obtuvo del suelo para frotarlas en el rostro de ambos, causándoles una sensación de molestia al tener el aroma demasiado cerca de sus narices, pero al parecer las fuertes intenciones fueron esas. El aroma no era específicamente uno agradable, pero no lo necesario para causarles náuseas a ambos. Sintieron el rostro húmedo y sus ojos demasiado frescos y mojados.
—¿Por qué hiciste eso? —Arcadio no pudo evitar tallarse los ojos mientras que Damián solo olfateaba con más profundidad.
—El aroma a esa planta les ayudará a no ser el alimento fresco de por aquí. —Zereny levantó la cabeza una vez que trataba de asegurarse de que no estaban siendo observados. Conocía su mundo y sabía que difícilmente se podía llegar a tener una conversación. Era de las pocas que se conseguían realizar.
Zero se veía muy despreocupado ante la acción de Zereny.
—¿Qué hacen aquí abajo? —Antes de que alguno de los dos lograra responder, Arcadio logró sentir el ambiente pesado y la cercanía de algún objeto en movimiento que se acercaba al acecho. Por otro lado, Zereny y Zero se habían colocado delante de ellos, pero sin mostrar signos de defensiva. Los Hyera que estaban frente a ellos no eran muy diferentes a los que ya habían mirado y convivido de una manera muy diferente cada uno de ellos, desde la muerte hasta ser parte de su viaje. No pasaron más de cinco minutos cuando la cantidad se volvió aun mayor, no obstante, no eran el centro de atención, y concluyeron que la planta estaba funcionando.
—No hablen. —Fue la advertencia de Zereny—. Cualquiera que los vea con Zero posiblemente pensará que sus pieles son falsas y realizadas por él.
Zero mantenía su silencio, pero apartaba su mirada de cualquiera que se acercara a ellos. La mayoría de los Hyera de los alrededores poseía su propia mirada hambrienta de diferentes maneras, había algunos que respiraban apresuradamente mientras que otros simplemente controlaban la respiración para caminar más rápido. Esto se debía a cuando recién se alimentaban y sus cuerpos respondían a los estímulos que se presentaban durante la digestión, obteniendo así algunos beneficios que los humanos ignoraban de su propia carne; aquellos síntomas Zereny y Zero los conocían bien, ya que en algún momento los vivieron. Arcadio no pudo evitar sujetar el brazo de Zereny, quien sorpresivamente no apartó su cuerpo de él, dándole un aire terrenal, por otro lado, Zero solo se dedicó tararear una melodía que solo él y Damián lograrían escuchar.
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Hyera Preludio de la oscuridad
HorrorArcadio etiquetaba su vida cerca de lo normal, hasta el día que se vio envuelto en un escenario donde nunca pidió estar. Siendo testigo de lo que las personas categorizaban imposible y absurdo; fue obligado a vivirlo con el objetivo de recuperar tod...