CAPÍTULO XII

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Sin las ropas adecuadas para atravesar un sinfín de obstáculos que consideraban ambos un fragmento de una película de terror; a Zereny no parecía importarle quitarse su calzado que ella miraba innecesario, estaba muy acostumbrada a caminar sin él e incluso salir intacta en el rumbo. Para los Hyera su piel era tan dura como un elefante cuando decidían no traer su camuflaje, sin embargo, en ese momento el sol casi se ocultaba, pero no completamente, así que debía utilizar la planta de sus pies con un poco más de atención durante un corto tiempo.

Arcadio observó los pequeños pies de su compañera, la piel de su camuflaje de ser real lo encontraría un poco atractivo, pero él sabía la verdad, sabía que no era real ni mucho menos delicado como los de sus amigas. Era difícil imaginar que esa piel no era tejidos y sangre.

—No conocía este bosque. ¿A dónde nos has traído? —preguntó Damián sin dar un paso más.

—Estaban tan ocupados escuchando mi historia que no pusieron atención a los detalles. —Zereny estaba sujetando el tronco de un árbol con sus manos mientras lo olfateaba.

—¿Cómo poner atención en ese momento? —susurró Arcadio y observó lo más alto que su cuello le permitía.

—Una clara desventaja, de ser otro Hyera ya estarían muertos. —No los miraba, sino que tenía toda su atención en lo que hacía con el tronco del árbol que parecía bastante interesante como para no mirarlos directamente a los ojos y explicarles el porqué de su decisión.

El sonido de los árboles parecía una conversación poco clara debido al movimiento que por el viento sucedía. Zereny había pestañeado pausamente mientras daba el primer paso, el suelo era más suave que una cama, resultado de las constantes caídas de hojas y ramas que alrededor de los años habían formado una superficie claramente agradable al caminar, incluso para ella, que tenía más tiempo explorando y por supuesto cazando, preferiría callar sus pensamientos acerca de sus presas, no era algo de lo que secretamente estaba orgullosa. Sin embargo, algo más llamó su atención, y fue la neblina que parecía hacerse más densa desde arriba y no desde abajo, como solía pasar en días fríos.

—Esto me da escalofríos. —Los brazos de Damián se cruzaron sobre su pecho.

—Bueno, al parecer tendrás mejores razones en un momento. —Zereny no dejaba que su vista se apartara de un punto. Arcadio lo notó.

—No comiences —respondió sin muchas ganas—. Que no he ido al baño ni he tocado el agua.

—Hay muchos lugares donde puedes hacerlo —dijo Arcadio señalando con su dedo para no tener que echar un vistazo lo que su amigo tenía muchas ganas de hacer.

Cuando ambos tuvieron un momento a solas, no encontraron ni buscaron palabras que compartir. Ninguno emitía un solo sonido, no habían estado solos el suficiente tiempo después de salir del hogar de Arcadio, tampoco era algo que les importara a ambos, sin embargo, las preguntas seguían fluyendo hacia la realidad, pero no eran tan claras igual que el cielo que yacía arriba de ellos. Zereny no aparentaba tener frío con aquellos viejos pantalones rasgados de las orillas y de los muslos, incluso para Arcadio era demasiado gélido el clima como para solo portar vestimentas con brechas. Metiendo sus manos dentro de su abrigo, mientras observaba el vapor que salía de su boca, no pudo evitar sorprenderse.

—Eso es demasiado extraño.

—No ahora. —Las puntas del cabello de Zereny claramente parecía que se querían congelar de lo resecas que debían estar.

— ¿No tienes frío? —No pensó en su pregunta, simplemente fue su duda.

—No. —Su tono cortante fue más frío que el clima.

Hyera Preludio de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora