—¿Estás seguro de que no es nada grave? —Naira estaba siguiéndolos desde hacía al menos dos horas, aunque aquello a ninguno de los dos les molestaba. Damián solo pasó pocas noches en el hospital, Andras no se separó de él en ningún momento. Algo que lo alivió bastante después del encuentro con Zereny. También les dio a todos la tranquilidad que necesitaban.
—El doctor dijo que solo fueron golpes —explicó Damián sin mucha importancia mientras trataba de aligerar los nervios de su amiga.
—Me gustaría que por lo menos trataras de sentarte más. —La preocupación de Naira resultaba ser tan halagadora como agotadora para ambos, sin embargo no encontraban la manera en cómo solucionarlo.
—Si me siento un poco más, terminaré pegado en alguna parte. —Trató de bromear Damián con una sonrisa, sin embargo, su verdad era que sentía más dolor cuando se sentaba. Arcadio y Naira compartieron su gesto.
—Arcadio, le agradeces a tu mamá por el libro que me prestó —le comentó con una expresión enternecida. Por su parte Arcadio se confundió mientras que Damián sofocaba una risa.
—¿Qué libro?
—Cosas de mujeres. —Un guiño fue lo siguiente que miró en su pálido rostro. Algo a lo que decidió no darle la suficiente importancia como para seguir hablando de su madre.
—¿Tienes planes para hoy? —preguntó curioso Arcadio.
—Ayudaré a mi madre con su examen. —Sonrió.
La madre de Naira, una mujer felizmente casada y con una única hija, había vuelto a estudiar una carrera en su tiempo libre, por supuesto Naira era su apoyo académico más confiable. Podía recordar la primera vez que miró a aquella mujer, pudo sentir su fuerza independiente por ella misma y su hija a pesar de tener a su esposo a cada minuto amándola. Naira tenía una esencia diferente a la de su madre, quizás un poco menos relajada, o eso había notado con el paso del tiempo. Alguna vez compartió un almuerzo con los padres de su amiga no hace mucho tiempo para realizar el trabajo de una clase. La mirada y las bromas de ambos le causaban cierta curiosidad, y se preguntaba si su madre y su padre se habrían mirado de aquella forma.
—¿Cuándo es su examen? —No pudo evitar preguntar.
—Mañana. —Damián parecía estar más ensimismado mirando cómo un avión que producía mucho ruido pasaba a kilómetros por encima de ellos.
—Mucha suerte. —No tenía mucho conocimiento del compromiso que poseía la madre de su amiga, pero estaba seguro de que era suficiente.
—No la necesita. —Una sonrisa se asomó por sus labios. Sabía que Naira de alguna manera trataba de terminar la conversación, solía hacerlo cuando no tenía otro tema que aportar a la conversación. Otra señal era cuando apretaba ligeramente las manos y no parecía estar más interesada en seguirlos.
Una vez que cortaron camino con su amiga, Arcadio se dio cuenta de que agradecía que vivía por los mismos rumbos que Damián, de esa manera podía sentirse seguro y estaba convencido de que él sentía lo mismo. Aquello lo descubrió una tarde de otoño, jugando con aquellas hojas que yacían sobre un pasto reseco y sin vida, parecía bastante divertido cuando tenía doce años, ahora le resultaba bastante nostálgico; se habían pasado de la hora acordada, entonces Damián cuando tenía su rara adicción por los dulces ácidos graciosamente estilo México, le pidió que fuera con él, pero por primera vez tuvo que mentir a su madre, ya que no lo dejaba ir por esos rumbos; lo cual tuvo sus consecuencias, fue un largo camino oscuro y solitario, una rata negra que salió en un ataque con otra causó gritos que nunca iba a olvidar. Aprendió a no mentir más.
—Mentiras que matan —dijo en un instante Damián sacándolo de sus pensamientos.
—¿Disculpa?
—Eso dice en esta publicidad —le mostró su celular. Causándole su alivio total.
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Hyera Preludio de la oscuridad
HorrorArcadio etiquetaba su vida cerca de lo normal, hasta el día que se vio envuelto en un escenario donde nunca pidió estar. Siendo testigo de lo que las personas categorizaban imposible y absurdo; fue obligado a vivirlo con el objetivo de recuperar tod...