CAPÍTULO VII

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Acariciando la frente de su sobrino como solía hacerlo desde que era pequeño y sentado sobre una silla incómoda, lo observaba. Su hermana y su esposo no tenían el tiempo suficiente para cuidar de él, por lo menos sus cuidados más básicos y fisiológicos habían llegado a cumplir. Desde que Damián nació la vida de todos dio un giro completo, siempre se había considerado un hombre el cual no tenía en mente cuidar a un infante. Las circunstancias le obligaron a hacerlo y era tan fácil cuidar y amar a su sobrino.

Alison era una joven intrépida y muy aventurera, siempre le gustaron los viajes, desde que ambos eran solo unos niños, ella presumía de su capacidad de lograr sobresalir en cualquier obstáculo físico, ¿deporte preferido? Todo lo que tuviera que ver con la adrenalina; su carrera como antropóloga le había permitido conocer casi todo el mundo. Las constantes peleas con sus padres debido a su ausencia en las reuniones familiares fueron bastante normales desde su punto de vista, por otra parte, él siempre les dio espacio a sus padres o el resto de los familiares que tenía. Su trabajo como arquitecto, a pesar de estar ocupado, no le impidió cuidar de su sobrino cuando sus padres se negaron porque era un trabajo de dos personas.

Julien, el padre de Damián, parecía que estaba más ocupado persiguiendo a Alison para que no se hiciera daño que buscar el bienestar de su propio hijo. No podía justificar eso, pero tampoco podía librar de toda irresponsabilidad a su hermana, porque conocía la respuesta correcta. Damián sufría y él lo permitía solo para que no se enfrentara a una realidad peor, sabía que su hermana y Julien lo amaban, pero amaban más otras cosas.

—Estás muy pensativo. —Escuchó su voz y sintió que el alivio le regresó la respiración.

—Estaba preocupado, ¿cómo te sientes? —le preguntó.

—Nunca había entrado al hospital por la mañana, me siento pésimo —gruñó.

—Es verdad, creo que no vas a morir quedándote con la duda, ¿verdad?

—¿Arcadio? —Sonrió. Típico de él, preocuparse por otros.

—Está bien, mejor que tú. —Damián no pudo evitar sobresaltarse, tenía que decirle lo que miró ahora mismo. Inmediatamente la puerta se abrió: Naira con flores en las manos era la noticia más fresca que pudo haber recibido en todo el semestre. Aunque Damián hubiera deseado tener más tiempo para hablar con su tío que con Naira.

—¿Interrumpo?

—Claro que no, hablábamos de que el hospital por las mañanas es muy diferente.

—Sí, creo que se deben ver aún los duendes que roban las pastillas de los pacientes.

—Qué tontería —masculló Damián. No estaba en posición para dudar de la existencia de algo, desconfió de su amigo y ahora tenía que orinar por un catéter.

—Preguntaré cuándo podrás irte a casa. —Se alejó en menos de cinco segundos de la pieza. Naira se sentó apropiando las flores en un mueble vacío y sin ningún uso.

—Gracias por las flores, sí te importo. —Sonrió. Naira arrugó el ceño.

—Claro que me preocupas, eres mi amigo.

—Creí que irías a ver a Arcadio primero —puntualizó encogiendo los hombros.

—No lo encontré, pero aun así tú fuiste mi primera opción. —Era bueno saber eso para Damián—. Pero mi única pregunta es: ¿qué pasó? —lo interrogó.

—Tú viste lo que pasó —trató de cambiar el tema. Por primera vez se puso en el lugar de su amigo, nadie iba a creerle, lo tomarían de la manera en la que él juzgó internamente a Arcadio, se sentía bastante culpable por ello.

Hyera Preludio de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora