Marzo de 1913, Westminster.
Ya había pasado casi un año desde que Elizabeth trataba cada noche de soñar algo, aunque sea deseaba tener una pesadilla, no importaba cuan aterradora sea pero quería tener algo que acompañara sus noches.
Otro noche, otro intento.
Marcaban las diez en el enorme reloj de su casa y ya estaba lista para tomar la última opción que tenia, en su mano izquierda estaban unas tres pastillas que su amigo Randall le había conseguido para dormir.
Según era para aquellos que sufrían de insomnio pero ella creía que con eso podría soñar u obtener la atención de Morfeo para poder hablar y mandarlo al diablo si es que podía hacerlo.— De acuerdo — susurró a si misma viéndose en el espejo mientras daba un largo suspiro.
No podían juzgarla, el amor orillaba a la gente a hacer cosas inimaginables, el amor podría volver loco a cualquiera.
Se llevó dos pastillas a su boca para después tragar con agua del grifo.
No sintió sueño enseguida así que decidió pasearse por su casa leyendo en voz alta el último poema que había escrito ese día."Sin él soy un poco paranoica deambulando sola en el metro, un último baile, para olvidar mi pena inmensa, quiero huir y que todo vuelva a empezar de nuevo, oh mi dulce sufrimiento"
Si alguien la hubiera escuchado tal vez notaria su pesar pero también la sonrisa que se dibujaba en sus labios, quizás ya se estaba volviendo loca porqué sentía un revoloteo de emociones en su corazón.
Un bostezo escapó de su boca indicando que ya era hora de dormir, hora de saber si su plan había funcionado o fallado.
Caminó a su habitación y sin cambiar su atuendo se echó en la cama para finalmente dormir, al día siguiente debería agradecerle a Randall por esas pastillas.
Pero primero pasó lo que esperaba ansiosa.
Finalmente soñó.Estaba en la penumbra como los sueños que tenía a sus diecisiete años, el frío tocaba su piel y sus ojos buscaban algo entre la oscuridad.
Hasta que allí lo vió, parado frente a ella a unos cuantos pasos de distancia con una diminuta sonrisa en su rostro.
— ¿Por qué sonríes? — fué lo único que llegó a su cabeza para preguntar avanzando ligeramente a él.
— Nunca te vas a rendir ¿Cierto? — al igual que ella Sueño dió unos cuantos pasos alfrente hasta que por fin pudo volver a ver esos ojos que lograban cautivarlo.
— Quizás deba hacerlo — admitió sin perder la conexión en sus miradas — No puedo estar el resto de mi vida soñando despierta.
— No lo hagas — contestó sin saber si se refería a no rendirse ó seguir soñando con los ojos abiertos.
El pecho de Elizabeth se hundió liberando el aire que tenia en sus pulmones, Sueño acercó su mano a la de ella y la sostuvo para después llevarla a sus labios y depositar un suave beso sobre su dorso.
— Te tengo una sorpresa — susurró viendo cada detalle de la sonrisa de Elizabeth para nunca olvidarla.
Entonces se olvidó de sus ganas de mandarlo al infierno y nuevamente solo se trataban de ellos dos en una gran esfera llamada tierra.
Llevó su mano libre a su espalda de donde sacó una flor roja, bastante hermosa y hasta mucho más que el resto, tenía algo especial.
Sin soltar su mano le mostró la rosa con la otra poniéndola entre ambos.
— Una rosa — suspiró.
— Dije que todas las noches te recibía con una y esta no será la excepción.
En cuanto Elizabeth la tomó desprendió pequeños brillos rosas de sus pétalos y el tallo verde que la sostenía irradió luz del mismo color.
A ella no le sorprendió ya que después de todo estaban en un sueño pero Morfeo sí, él no estaba al tanto de lo que la flor hacía ni la razón.
— Las rosas tienen más significados que el de una simple flor — comenzó a hablar Elizabeth observandola — Recuerdo que cuando era pequeña leí un cuento, sobre un príncipe que estaba condenado a vivir en su reino en soledad y lo único que tenía eran rosas creciendo en su preciado jardín.
Al ver que Sueño le prestaba atención con sus ojos llenos de curiosidad por sus palabras como si se lo contara a un niño pequeño, prosiguió con la historia para no dejarlo con la intriga.
— Una noche, una joven llegó y arrancó una rosa de uno de los arbustos ya que le habian fascinado, el príncipe la descubrió y la encerró en su calabozo.
— ¿Por una rosa? — preguntó confundido.
— Sí — Morfeo esperaba cualquier otra reacción en su rostro por su respuesta pero solo se confundió al ver que una sonrisa se asomó en sus labios — Después de que ella intentó escapar varias veces llegó un momento en el que se rindió, y el príncipe ,al notar que ella había caído ante la oscuridad del castillo la dejó irse pero...
— No se fué — terminó la oración de Elizabeth — ¿Por qué? — estaba bastante interesado por los cuentos que los humanos se inventaban para dormir.
— Porqué ella vió que el príncipe necesitaba compañía, después de un largo tiempo ella entendió que ya no quería irse y él se dió cuenta que no podría estar sin su amor.
— Y todo empezó por una rosa — exclamó a lo que Elizabeth asintió.
— Así que el príncipe guardó la rosa que ella había arrancado en una vitrina, como muestra de que el amor nació por un un detalle tan pequeño como ese — la oji-miel tomó la flor que Sueño le había dado entre sus dos manos y dirigió su mirada a él — El día que esta rosa se marchite, será el día que yo deje de amarte — sentenció.
— En ese caso — el eterno tomó la rosa con delicadeza sin dejar que Elizabeth la soltara y ambos la sostuvieron — La noche en que el último pétalo de esta rosa caiga, será la noche en que yo no te ame más de lo que ya lo hago — declaró.
La joven mujer no pudo evitar emocionarse por esa declaración.
Ambos habían hecho un juramento inquebrantable esa noche.
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✔ 𝗥𝗢𝗠𝗔𝗡𝗧𝗜𝗖 𝗗𝗥𝗘𝗔𝗠𝗦 ━━━━ The Sandman
RandomAlgunas veces soñar tiene sus ventajas pero todo en exceso también hace daño. Elizabeth era una persona soñadora, tanto que algunas veces era preocupante y se privaba del exterior y el mundo real. Pero lo más interesante de su vida con ensoñación ex...