[1] En tus brazos

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Frebero de 1907, Inglaterra

El sol estaba ocultandose, las hojas de los arboles se movían con el viento y las nubes opacas inundaban el cielo, como costumbre una chica de unos diecisiete años de cabello claro caminaba devuelta a su casa después de vagar por la ciudad.

Entre sus brazos llevaba unas cuantas hojas arrugadas y una pluma con su frasco de tinta.
La noche comenzaba a caer y lo único que quería hacer era llegar a su hogar para disfrutar la tan ansiada noche.

Al pasar por los charcos de agua que había dejado la reciente lluvia se mojaba ligeramente las calcetas blancas y sus zapatos negros pero no le importaba en lo absoluto, su madre la regañaria al llegar a casa por ensuciarse pero su excusa iba a ser la de siempre, "tengo sueño" y subiría a su alcoba a dormir.

Adoraba hacerlo.

Y no porqué estuviera cansada, no, en realidad hasta tenia energia extra pero es que adoraba dormir por los bellos sueños que llegaban a su mente.
Y entre esos sueños también llegaba alguien más.

Inconscientemente sonrió al pensar en aquel hombre misterioso que visitaba sus sueños sin falta cada noche, eran tan hermosos que ella misma los escribía al despertar para no olvidar ningún detalle, de hecho era lo que llevaba en sus brazos, aquellas hojas viejas y arrugadas contenían sus más profundos anhelos y fantasías.

Al cabo de unos minutos llegó a su hogar y entró por la gigantesca puerta de madera dejando sus zapatos en la entrada ya que si entraba con todo y ellos sucios su padre la castigaria por el resto de su vida.

De puntillas se encaminó a las escaleras para poder subir por ellas pero al dar el primer paso el crujir de la madera alertó a la matriarcar de la casa sobre la llegada de su única hija.

— Elizabeth — la llamó y la joven hubiera asegurado que sintió como su corazón dio un vuelco y la sangre se le congeló por el tono de voz severo con el que lo hizo.

Lentamente se giró sobre sus talones para encontrarse con la fría mirada de la mujer sobre su pequeño ser.

— Hola madre — saludó con cortesía ocultando cualquier rastro de miedo en su rostro.

— ¿Qué tienes ahí? — preguntó con el entrecejo fruncido viendo los papeles que Elizabeth llevaba en sus manos.

Rápidamente ella los ocultó tras su espalda.
— Nada — respondió con una amplia sonrisa.

Su madre se pellizcó el puente de la nariz al imaginarse de lo que se trataba, tanto ella como el padre de su hija estaban al tanto de su severo caso de ensoñación excesiva y las hojas que tenia eran sus sueños.

Ella ya los había leído a escondidas hace algunos días cuando la joven estaba en alguna parte de la casa.

— Lizzi...

— Mamá — la interrumpió antes de que le diera su merecido sermón — ¿Podemos hablar de esto mañana? Ahora tengo mucho...

— Sueño — ahora fué el turno de la mayor interrumpirla — Siempre tienes sueño — reclamó.

Al escuchar aquel tono severo y fastidiado de su madre Elizabeth no pudo evitar enojarse.

— Sí — contestó tajante — Siempre tengo ganas de dormir porqué eso es mucho mejor que estar escuchando sus discusiones todos los días — exclamó refiriendose a las peleas diarias de sus padres.

Sin más subió las escaleras para ir a su alcoba sólo que esta vez sin delicadeza alguna ya que el resonar sus pies contra la fría madera se escuchaba por toda la casa y seguramente hasta la de los vecinos.

Después de darse una ducha y ponerse ropa cómoda Elizabeth se recostó en su cama para poder dormir, apagó la vela que estaba al lado de ella en su mesilla de noche y cerró los ojos embozando una sonrisa para pronto caer en los brazos de Morfeo.

Literalmente.

Al abrir los ojos nuevamente ya estaba en uno de sus tan anhelados sueños.
Estaba entre penumbras pero como siempre no le asustaba, hasta se podría decir que sentía cierta calidez en su pecho al estar allí.

Dió unos cuantos pasos hasta que vio una rosa roja en el piso, sonriendo se agachó para recogerla y en cuanto la tuvo en sus manos la llevó a su nariz para olfatear su aroma.

— Es hermosa — al escuchar esa voz tan conocida se dió media vuelta para verlo.

Allí estaba él, tan divino ante su mirada como siempre.

El rostro de sueño no reflejaba alguna emoción fuerte como el rostro de ella, que irradiaba alegría y emoción al verlo pero internamente estaba igual que Elizabeth.

Le agradaba visitar sueños pero cuando se trataba de la joven de pelo claro siempre era mejor que el resto.

Se acercó a ella con calma y con los brazos tras la espalda en una posición recta, sin dejar de observarla.

— Sí — contestó la joven aún con la flor en su mano sosteniendola con delicadeza — Amo las rosas.

— Lo sé — Sueño sonrió de lado, una sonrisa casi imperceptible — Todas las noches que nos vemos aquí te doy una.

Elizabeth soltó un pequeña risa, era cierto, sin falta siempre la recibía con una rosa de diferente color, incluso hasta algunas veces le dio rosas de colores que no eran usuales en ellas.

Pero claro, estaba en un sueño, todo era posible.

Cuando estuvo cerca, Sueño le extendió su brazo izquierdo para que ella lo tomara y se dispusieran a caminar sin un destino fijo, como todas las noches en las que la visitaba sin falta.






























✔ 𝗥𝗢𝗠𝗔𝗡𝗧𝗜𝗖 𝗗𝗥𝗘𝗔𝗠𝗦 ━━━━ The SandmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora