[8] Soledad en la ensoñación

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Jessamy volaba del mundo de la vigilia a la ensoñación sólo para decirle a su rey el estado de Elizabeth, al llegar se posó en el trono de Sueño esperando a que él llegase, lo cuál fue después de unos cuantos minutos.

Solo habían pasado un par de meses desde que ya no había vuelto a presentarse ante ella, ni físicamente y ni en sueños.

— ¿Como está? — preguntó caminando a su trono.

Se la pasa escribiendo poemas en la mesilla de su casa — respondió el ave con felicidad al pensar que Elizabeth utilizaba la pluma que le había regalado pero al ver la seriedad de su amo volvió a estar calmada — Sigue sonriendo ante el mundo pero cuando está sola sólo anota sus recuerdos con usted.

Sueño asintió en agradecimiento, siempre era el mismo recado que le daba y algunas veces quería volver para comprobarlo él mismo pero estaba casi seguro que si lo hacía ya no podría volver a alejarse ó Elizabeth estaría bastante molesta como para no hablarle.

— No entiendo — comenzó a hablar Lucien, la bibliotecaria de la ensoñación trás él captando su atención — ¿Por qué no le da el don de la vida eterna? — preguntó — Como a Hob Gadling.

— Porqué ella debe vivir una vida plena — respondió con simplesa girándose para verla, él recordaba los sueños de muchas personas pero nunca olviadaba los de Elizabeth, antes de que lo conociera ella soñaba con muchas metas en su futuro, no quería arrebatarle eso — Además, no ha dicho nada sobre apostar la vida que ya tiene para estar conmigo.

Quizás no lo ha dicho en voz alta pero Elizabeth estaba dispuesta a hacerlo si supiera que existía esa opción aunque a la vez la inmortalidad también era una pesadilla y ante los ojos miel de la joven no era una excepción.

Sueño estaba seguro que ella vería la inmortalidad como algo tedioso, aburrido y fastidioso, él creía que no lo amaba lo suficiente como para aceptarla.

¿Oh sí?

Oh claro que sí, porqué el amor de Elizabeth era el más puro, noble he inocente que el de cualquier ser vivo que lo haya experimentado.

— Ella tiene la oportunidad de vivir plena y feliz — agregó tratando de engarñarse a si mismo de que estaba bien dejarla.

Sin embargo, la joven adulta pensaba en él día y noche, sin falta siempre escribía un poema para dedicarlo o se compraba una rosa a si misma con la mentalidad de que él se la mandaba.

Elizabeth estaba parada frente a un puesto de flores con sus manoescritos en una mano y una canasta tejida en la otra.

Como de costumbre compró la rosa, esta vez de color amarillo y la colocó dentro de su canasta para después continuar con su camino hasta que se vió interrumpida por un hombre que ella conocía perfectamente.

— ¿Aún piensas en tu Morfeo? — cuestionó Randall caminando a su lado.

— Deja de molestarme — espetó — ¿Vienes a ver a tu novia? — preguntó para cambiar de tema, el joven Burgges siempre le recordaba su soledad cada vez que se veían pero sólo lo hacían porqué ella era la única en la que confiaba para hablar de su vida.

— De hecho... — inició rascándose la nuca — ella terminó conmigo ayer.

Elizabeth arqueó una ceja — ¿Por qué?

— Mi padre nos descubrió y como ella no es de sangre noble — habló con fastidio y rodando los ojos — Le debió haber dicho algo malo y terminó conmigo.

Su padre, Roderick Burgges era un hombre que no se andaba con juegos y como Randall era el orgullo de su familia lo presionaba constantemente para llevar con broche de oro el apellido.

Era un martirio para él y su hermano Alex.

— Te juro que algún día me colgaré del árbol más alto — bromeó pero por la expresión en el rostro de Elizabeth se arrepintió en seguida.

— No digas eso — lo regañó deteniendo su andar para girarse a verlo — No lo digas.

— Perdón — contestó confundido por su reacción pero a la vez lo entendía, Elizabeth era bastante sensible como para hablar de la muerte, aunque fuera una broma para ella era una de mal gusto.

La oji-miel sacudió ligeramente su cabeza con los ojos cerrados y continuó su caminata devuelta a su casa dejando a su amigo Randall allí.

En cuanto llegó a su destino nuevamente se sumergió en su nido de soledad, las ventanas tenían las cortinas abiertas y lucían acogedores los sillones pero para ella eran simples cosas materiales, su corazón se hundía por no saber nada de Sueño desde hace tiempo.

Dejó sus manoescritos en la mesa y la canasta en un mueble, sacó la rosa amarilla y la puso dentro del jarrón blanco, el cuál estaba hasta el tope de flores de varios colores pero ahora la que más resaltaba era la nueva que había traído.

Continuó con su rutina diaria después de eso, preparó su almuerzo, comida y cena, salió a caminar por el supuesto bosque encantado para que por la noche volviera a dormir pero sin soñar.

Nada de sueños, ¿Morfeo la habrá olvidado?

Si ella supiera que al igual que su corazón él también pedía por su compañía pero Sueño sabia disimular mejor sus penas.

El tic tac del reloj era lo único que se escuchaba en toda su casa, lo único que tenia de compañía era su propia imaginación que le creaba escenarios falsos antes de dormir para así intentar soñar algo pero no.

Nada.

Sólo soledad.































✔ 𝗥𝗢𝗠𝗔𝗡𝗧𝗜𝗖 𝗗𝗥𝗘𝗔𝗠𝗦 ━━━━ The SandmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora