Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]

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Las campanas sonando agitaron todo terreno que flotaba misteriosamente en el cielo, era entonces el supuesto paraíso llenado de la molesta melodía de un Ave María que azotaba por cuarta vez en el día.

Por obviedad, todos los habitantes de la Isla verde y la Isla naranja estaban fastidiados, no podían concentrarse en terminar sus hogares, huertos o lo que sea sin que el estúpido auto-proclamado profeta les jodiera la existencia.

Condenados a asistir o destinados a morir, con bastante tedio todo habitante que se encontrara activo debía de ir.

Juan estaba relativamente molesto, era la cuarta vez que perdía sus cosas por culpa del profeta.

La primera vez fue por llegar tarde al primer rezo, la segunda fue por insultar al profeta durante el segundo rezo, la tercera por lo mismo que la segunda y la cuarta por no llegar al tercer rezo.

Una quinta vez sería escarnio, y Juan ya estaba harto.

Por supuesto que el hechicero no era el único fastidiado con la hostigante situación, la mayoría de integrantes de ambas Islas estaban muriendo de aburrimiento mientras escuchaban al profeta repetir con aquel tono monótono las mismas palabras que tan solo dos horas atrás ya había emitido.

— Ibai, házlo. — Alguien murmuró detrás del hechicero.

Juan se giró un poco de lado para intentar ver quiénes estaban parloteando, no fue tanta su sorpresa al mirar a Axozer mal influenciando a Ibai a que seguramente haga una estupidez.

— Házlo, o no hay huevos. — Volvió a escuchar al prodigio susurrar.

« ¿Qué va a hacer este idiota? » Pensó Juan esperando a que sea lo que sea que fuera a hacer, por favor, terminara con esa tortura.

— ALGUIEN CALLE AL VIEJO RABO VERDE YA, QUE HOY JUEGA EL REAL MADRID Y ME LO ESTOY PERDIENDO POR UN GILIPOLLAS, COÑO.

El grito de Ibai fue lo suficientemente potente para encender entre risas a la aburrida multitud, pero no lo suficiente para detener los rezos del profeta. Pronto la llamada “iglesia” se convirtió en una verdulería.

— ESO, BIEN DICHO IBAI. — Continuó Axozer sin atreverse a “dejar morir solo” a su amigo. — QUE AURON LO BAJE O NO HAY HUEVOS.

— ¿PERO QUÉ DICES, BOBO? — Intervino Auron disgustado y hasta ofendido. — EL PROFETA MI CASITA. — Aseguró con recelo. — PONGAN ATENCIÓN MEJOR, QUE EL REAL MADRID ES TEMPORAL, PERO NUESTRO AMOR POR EL PROFETA ES ETERNO.

— TU AMOR, DIRÁS.

— Sigue, tú sigue, guapo.

A Juan le asqueaba el apego evidente que sentía Auron hacia el estúpido profeta, lo ponía de malas y le entraban ganas de golpearlo.

Como uno de sus mejores amigos se vio en la penosa necesidad de expresarle su repulsión de forma verbal.

— AURON, LA PRÓXIMA VEZ QUE VAYAS A DECIR ALGO SOBRE EL PROFETA, SÁCATE SU PENE DE LA BOCA PORQUE NO TE ENTIENDO, NO HABLO LAME VERGAS.