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— ¡Bienvenidos! ¿Cómo puedo ayudaros? — Dijo una hermosa mujer castaña portadora de unas singulares gafas cuadradas, al ver los familiares rostros de sus visitantes sonríe con emoción añadiendo: — ¡Oh, vosotros sois el famoso matrimonio! Dejadme a...

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— ¡Bienvenidos! ¿Cómo puedo ayudaros? — Dijo una hermosa mujer castaña portadora de unas singulares gafas cuadradas, al ver los familiares rostros de sus visitantes sonríe con emoción añadiendo: — ¡Oh, vosotros sois el famoso matrimonio! Dejadme adivinar qué hacéis aquí... Venís a hacer una reserva a la Isla Amour éternel para vuestra luna de miel, ¿¡Verdad!?

— No. Vinimos a divorciarnos. — La cortó Juan. —¿Aquí es el registro civil del cielo, o qué?

La que parecía ser una secretaria miró al hechicero con una mueca confundida.

— ¿Perdón? — Preguntó la mujer con rareza.

— Te perdono, aunque no sé porqué te disculpas. — Respondió el hechicero. Spreen contuvo una risa involuntaria provocada por la estupidez de su esposo temporal.

La castaña se acomodó las gafas con paciencia, insistiendo.

— Quiero decir, ¿A qué os referís con “vinimos a divorciarnos”?

— ¿A qué podría ser? ¿ A “vinimos a tener bebés”? — Juan replicó con sarcasmo.

— ¡Oh! ¡Venís a adoptar un bebé! — La chica se mordió ambos labios dudativa. — Sé que no es de mi incumbencia pero, ¿No es muy pronto para tener hijos? Es decir, os acabáis de casar hoy...

— Lo que él quiere decir es que venimos a separarnos. — Intervino Spreen.

— ¿Separar? ¿Cómo vivir en casas separadas?

Juan la miró incrédulo.

« ¿Es en serio? » Pensó con enfado.

— Spreen, agarrame que la mato, en serio la mato, LA MATO. — El tono de Juan fue arisco acompañado de esa aterradora mirada que amenazaba con cumplir su palabra. Spreen ni siquiera hizo el intento de detenerlo. — PERO AGARRAME QUE DE VERDAD LA MATO.

— Señorita. — Ignoró a su cónyuge. — Lo que estamos buscando es deshacer nuestro compromiso, queremos dejar de estar casados. — Explicó Spreen.

Parecía que acababa de decir una palabra prohibida pues la chica se angustió al instante.

— ¡NO, NO, NO! ESO NO ES POSIBLE. — Negó rápidamente con su cabeza. — Eso no existe aquí.

— ¿Cómo que no existe? — Preguntó Juan con molestia.

— No, no existe. Por tradición, aquí los matrimonios son sumamente sagrados, dan vida y poder divino a esta Isla. — Explicó. — Son para siempre, por ello desde hace mucho que nadie se casa, preferíamos dedicar nuestra vida a ser devotos del gran Profeta.

— ¿Y el Profeta los trata a todos igual?

— Mientras le seáis devotos, sí, eso creo.

— 'Inga tu madre, se va a poner bien pinche triste Mauron cuando se entere que sólo es otro más. — Se burló Juan con falsa simpatía.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora