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Hacía un clima caluroso aquella mañana

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Hacía un clima caluroso aquella mañana. Mariana estaba sudando por todas partes, y es que parecía a propósito, que justo Spreen le haya pedido acompañarlo a la Isla Central, y justo, JUSTO, ese día hubiera una especie de carnaval o algo así.

Al pobre castaño le comenzaba a dar ansiedad estar en medio de tantas personas juntas.

Además de que ya van varias veces que casi pierde al oso entre la multitud.

Se preguntaba cómo es que el oso podía soportar el calor, usando tanta ropa y accesorios.

Debía ser un super humano.

— Perdóneme, Patrón. — Murmuró Mariana avergonzado.

Detrás de Spreen, tuvo que aferrarse a su camisa, arrugándola en el proceso.

Al oso no pareció importarle mucho. Él también moría por salir de ahí de una vez por todas.

— ¿QUÉ DIJO, MARIANA? — Le preguntó el oso gritándole al empleado para que pudiera escucharlo.

— ¡QUÉ ME PERDONE, PATRÓN!

— WHATS?

— ¡PERDÓN POR ARRUGAR SU CAMISA!

— AH, YA. NO IMPORTA.

El empleado tuvo que llevar una mano a su cara para evitar perder sus gafas por accidente. No quería que corrieran la misma suerte que las antiguas de Juan.

Suspiró.

Aún le parecía un desperdicio que Spreen haya decidido no darle las gafas a Juan.

Un repuesto siempre va bien. Pero entendía, estaba dolido con su esposo... Bueno, molesto con el amigo de su esposo, mejor dicho.

Aunque eso era más orgullo que nada.

Mariana salió de sus pensamientos cuando escuchó una campana sonar, al alzar la vista pudo ver una bonita puerta de cristal abrirse frente a él, unas letras cursivas en color dorado yacían grabadas sobre ella, revelando el nombre del lugar: “Mr Coffee”.

El local estaba vacío, las luces apagadas y las sillas de cada mesa puestas sobre ellas; solo había una persona, y esa era...

— ¡Patrón! — Génesis saludó en un tono dulce. — Pensé que no vendría hasta el día de mañana.

— Tuve tiempo de sobra. — Respondió Spreen con seriedad.

Génesis clavó su letal mirada sobre Mariana, a quien le recorrió un escalofrío por la espalda.

— Hola, Mariana. — Se dirigió al castaño, con repudio en su tono. El castaño entendió que eso se debía a que todavía sostenía la camisa del oso, por lo que rápidamente la soltó, y trató de acomodarla, ganándose una tos fingida de parte de Génesis que le advertía que se detuviera.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora