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Pánico, nervios, temblor, pena y el rostro caliente por un hombre relativamente atractivo que le dijo directamente en su cara que lo ama y que le será fiel

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Pánico, nervios, temblor, pena y el rostro caliente por un hombre relativamente atractivo que le dijo directamente en su cara que lo ama y que le será fiel.

¿Diagnóstico?

Pánico gay.

¿Era así cómo llamaban la actitud acomplejada de Juan?

El hechicero no podía dejar de pensar en eso; ¿pánico gay? ¿Por Spreen? Nah, debían ser meros nervios por culpa de la tensión generada hace días por aquel beso que le dio...

...Que le dio Spreen.

— NO, NO, ¡NO! — Gritó Juan poniéndose de pie, su gesto era de puro horror (o eso quería pensar él), asustando tanto a Nini como a Zorman.

— ¿No? — Preguntó Nini volviendo a acomodarse en su silla, Zorman frunció el ceño dejando su instrumental médico/mecánico de lado, mirando a Juan.

El curioso trío se encontraba en el laboratorio del científico haciendo algunas pruebas con la pequeña androide; y aunque Juan se iba a limitar únicamente a vigilar a Nini, desde hace rato no paraba de hacer muecas extrañas, y gestos con sus manos, como si quisiera golpear a alguien... tal vez a sí mismo.

— ¡NO! ¡NO! ¡NO! NO PUEDE SER. — Volvió a gritar Juan con los ojos cristalizados, desorbitados en un punto sin sentido; su entrecejo estaba arrugado, y sus mejillas abultadas por causa de un puchero formado entre sus labios, quizá lo más destacado: su piel pintada de un potente carmín.

— ¿No puede ser qué? — Nini esperó respuesta, pero Juan una vez más gritó, con una voz que le salió desde el alma.

— ¡NO!

— ¿¡NO QUÉ!? — Zorman no soportó, y caminó hacia el hechicero, lo tomó de los hombros y lo agitó con desesperación. — ¿¡NOOOOO QUÉÉÉÉ!? DIME, DILO, YA POR FAVOR. REACCIONA. — Inesperadamente el científico había cacheteado a Juan.

El golpe retumbó su eco por todo el lugar.

— ¡AHW! — Se quejó Juan acariciando su mejilla lastimada. Su mirada se volvió de odio en un instante, sentenciando a Zorman.—¿QUÉ TE PASA, PUTO IMBÉCIL?

— Perdón, es que estabas en trance, y me desesperé. — Se disculpó soltando al mago. — Llevabas dos horas y treinta y siete minutos delirando y maldiciendo en voz baja. Ya me estabas poniendo de los nervios, ¿a ti qué te pasa? ¿Por qué estás como loco hablando solo?

Juan desvió su mirada hacia sus pies, nervioso.

— N-Nada... — Zorman alzó una ceja.

— ... ¿E-Estás llorando?

— N-No... — Hubo un silencio. Ante la incomoda mirada del científico, una lágrima traicionera cayó por las mejillas de Juan, cosa que alteró rápidamente a Zorman.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora