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La cabeza de Juan estaba perdida en el recuerdo de lo que había pasado noches atrás, podría decirse que sus piernas estaban caminando por automático en dirección al punto de reunión

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La cabeza de Juan estaba perdida en el recuerdo de lo que había pasado noches atrás, podría decirse que sus piernas estaban caminando por automático en dirección al punto de reunión.

Tal vez Nini le estaba hablando, pero no era capaz de escucharla, su cabeza repetía en bucle la palabra “nene”, y sus mejillas ardían tras la memoria del dulce tacto del oso sobre su piel.

¿Quién se creía ese puto idiota para besarlo así?

¿Estaba jugando con él?

¿Por qué no puede olvidarlo?

¿Por qué quiere volver a sentirlo?

Dios, estaba tan enojado con Spreen, quería golpearlo, pero el bochorno era mayor que su odio.

— ¡SEÑOR JUAN! — Gritó Nini al fin, sacándolo de su trance; ambos estaban frente de la entrada subterránea que daba pie a la zona de encuentro, ¿En qué momento habían llegado?

— ¿Qué? — Preguntó Juan, desganado.

— Podría dejar de apretar mi mano, ¿Por favor? Usted ya la aplastó. — Rápidamente la soltó, pero no pudo evitar abrir sus ojos en grande ante la sorpresa.

¡Maldita sea, le había destrozado la mano a la niña!

— ¡NINI, PERDÓN! YO-

— No importa, soy un androide. Mire. — La mano de Nini mágicamente pareció volver a “inflarse” a su forma original, como si nada hubiera pasado. — Estoy bien, señor Juan.

— Dios, perdón, de verdad no sé qué fue lo que me pasó, yo solo-

— Entremos, ¿Le parece? — Interrumpió Nini con un sonrisa inocente, Juan asintió, caminando hacia la entrada del lugar.

Apenas entrar, logró divisar a la gran mayoría de sus amigos, sentados en unas cuantas sillas, al fondo, las tres figuras imponentes de los chamanes que anteriormente los habían mantenido a salvo.

Cuando recién llegaron a la isla, fueron los mismos chamanes quienes les advirtieron sobre la excentricidad del profeta, y prometieron buscar una salida.

Supone que si los habían llamado a reunión (en el por supuesto totalmente discreto local nada ilícito de Spreen en el pueblo central), debía de ser porque ya habían encontrado lo prometido.

Se dejó guiar por la “niña robot", sin prestar mucha atención de en dónde se sentaba.

No, no fue sobre el pastel, ni sobre una pija, fue sobre una silla, de eso sí está seguro.

Sus ojos buscaban desesperados por la habitación el cabello oscuro con delicioso olor a miel (no pregunten cómo es que lo sabe, pero es su aroma favorito) que conocía a la perfección.

— Buenas tardes a todos. — La voz potente de uno de los chamanes se presentó. Fue lo único que alcanzó a escuchar antes de distraerse con la silueta de Spreen.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora