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Juan abrió sus ojos con dificultad, la luz del sol lo había golpeado sin piedad obligándolo a despertar

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Juan abrió sus ojos con dificultad, la luz del sol lo había golpeado sin piedad obligándolo a despertar. Pronto parpadeó lentamente, mientras se sentaba en la orilla de la cama. Miró todo a su alrededor, estaba en una habitación que podía reconocer fácilmente pues él mismo había sido quien la construyó.

La habitación de Spreen.

El olor del oso seguía ahí, pero no había ningún rastro de él.

Un dolor de cabeza lo azotó de repente. Las consecuencias de llorar tanto y dormir poco no eran nada bonitas.

Tomó de la pequeña mesita de noche sus gafas, que afortunadamente estaban ahí.

Estaban rotas, y al ojo izquierdo le faltaba una parte grande de cristal.

Suspiró poniéndoselas aún así.

Con torpeza se levantó de la cama y caminó descalzo hacia la sala donde pudo apreciar que su traje estaba colgado de un gancho sobre un tubo.

Curioso, se acercó hasta su ropa para descolgarla. Se notaba desde lejos que estaba planchada, y el olor a un delicioso suavizante hacía más que evidente que había sido lavada.

Pero ese no fue él.

— ¡Al fin despierta, señor Juan! — La voz de Nini logra sacarlo de sus pensamientos.

El castaño frunce el ceño extrañado de ver a la pequeña androide ahí.

— ¿Qué haces aquí? — Pregunta el hechicero alzando una ceja. Su mirada recae en sus túnicas, y una nueva incógnita cruza su mente. — ¿Tú hiciste esto?

— ¿Hum?

— ¿Lavaste y planchaste mi ropa?

— No. — Negó al instante. — Estoy aquí porque el señor Spreen me pidió que cuidara de usted hasta que despertara y que no lo dejara solo bajo ningún motivo. — Contestó Nini recordando su conversación con el oso. — No fui yo. Cuando llegué, el señor Spreen estaba colgándolo ahí. Yo supongo que fue él.

En la boca de Juan se formó una sonrisita bobamente tímida ante la declaración.

— Que idiota... — Murmuró Juan tocando la tela con suavidad. La androide no estaba segura si el hechicero se refería al oso, pero prefirió no preguntar.

— Según mi base de datos, señor Juan, su esposo debe amarlo mucho para que haga este tipo de cosas por usted, sin ningún interés.

El hechicero soltó una sonora carcajada.

— ¿Amarme? ¿Qué dices, Nini? En este momento Spreen es... ah... Spreen es mi mejor amigo. — Afirmó con seguridad volviendo a colgar su traje en donde estaba momentos atrás. — No es ese tipo de "amor". Ni siquiera es amor.

— ¿Qué es entonces? — Cuestionó Nini confundida.

Juan lo pensó por un momento, buscando la palabra correcta para describir su situación.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora