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El frío viento nocturno golpeó el rostro del hechicero con dureza, su mano era sujetada firmemente por Spreen, a pesar de que ambos estaban en el teleférico, habían olvidado soltarse las manos

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El frío viento nocturno golpeó el rostro del hechicero con dureza, su mano era sujetada firmemente por Spreen, a pesar de que ambos estaban en el teleférico, habían olvidado soltarse las manos.

El oso vestía una ropa holgada: una polera azul con cuadros, pantalón oscuro y una gorra color negra sobre su cabeza. Juan estaba prácticamente en pijama: un pantalón negro con estampado del rayo McQueen junto una camisa color blanca y una chamarra delgada color gris. Spreen ni siquiera le había dado tiempo de cambiarse de ropa.

Qué pena.

— ¿Me vas a decir ya a dónde vamos? — Preguntó Juan mirando las nubes debajo de ellos con curiosidad.

Spreen señaló en dirección al norte: la Isla Central.

— Hoy es el último día del festival. — Contó bajando el brazo. — Vamos allá y vemo' qué hacemos. Desde hace días que quería ir con vos.

Juan se limitó a alargar un apenado y mal disimulado “uhm”. Detrás de esos circulares lentes sus ojos tuvieron que buscar una escapatoria que no fuera la silueta del oso.

Ese estúpido sabía cómo ponerlo nervioso.

Cuando el teleférico se detuvo, Spreen jaló a Juan con él hacia el montón de puestos que se podían divisar a la lejanía.

Un bello destello de luces coloridas fue el recibimiento para ambos, podía ver aquella rueda de la fortuna girar lenta en el fondo de la multitud.

Pronto mago y oso se adentraron entre la gente mirando los puestos, aún no se habían soltado la mano, ni planeaban hacerlo, no querían perderse.

— Mirá. Por allá venden panchos, ¿Tenés hambre? Cenemos algo. — Dijo Spreen mientras señalaba el puesto dicho. Juan frunció el ceño.

— ¿Panchos? ¿Qué es eso? ¿Te hacen berrinche o cómo? — Cuestionó intentando ubicar lo dicho por su esposo.

— No... La comida. ¿No sabés qué es un pancho? — Juan negó lentamente. — ¿Perrito caliente?

— AAAAH, ¿Hot-dog? PUES ASÍ DIME, PENDEJO, SI ME DICES “PANCHO”, ¿QUÉ QUIERES QUE PIENSE? QUE VAS A LLORAR O QUE TE QUIERES COMER A ALGUIEN.

Spreen arrugó la nariz.

— Che qué poronga decirles “perro caliente”, ¿Te quiere coger el pancho o qué?

— Más ojete llamarlo pancho.

— ¿Querés comer o no? — Ni siquiera pudo responder Juan para cuando ya estaban enfrente del carrito de comida. — Eeeh, buenaas... ¿Podría darme uno de esos de allá? El clásico.

— ¿Con todo joven? — Preguntó el señor que atendía.

— Sí. — Afirmó mirando a Juan. — ¿Y vos qué querés?

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora