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Un montón de murmullos se hicieron notar desde lo más alto de aquella montaña

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Un montón de murmullos se hicieron notar desde lo más alto de aquella montaña. Una reunión mañanera yacía transcurriendo sobre los confines del rocoso lugar donde se encontraban todos los miembros de la Isla verde, excepto por uno, el hechicero.

Y hablando del rey de Roma, el mago que apenas se asoma.

— ¿Dónde cojones estabas, tío? — Le preguntó Ibai en un tono arisco, mirándolo con cara de pocos amigos.

Juan frunció el ceño, encogiéndose de hombros, buscando su lugar en la mesa.

— Amanecimos violentos... — Se quejó el castaño tomando asiento a un lado de Auron, sonriendo suavemente. — Estaba en la Isla Naranja, iba a pasar a ver al pollero por unas cositas, pero me acordé de la reunión y me regresé.

— Al pollero, ¿eh? — Siseo el de camisa de flores. — Últimamente pasas mucho tiempo con ése. — Señaló Ocho.

— “Ése” tiene nombre. — Advirtió Juan. — Además, ¿Qué tiene de malo que lo visite? Estamos casados...

— ¿Ahora sí están casados? — Ari intervino con molestia. — Creí haber escuchado de tu propia boca mentirosa que “era una bromita” y que tú y Spreen no estaban casados en realidad, que sólo era por joder al Profeta.

— ¿CÓMO? — Gritaron tres personas en la mesa con exagerada sorpresa.

— Te ha pillado, ¿Eh?

— ¿Bueno y a ustedes qué verga les importa lo que hago con mi vida? — Contratacó el hechicero ya fastidiado. — Si quiero mojar el churro con diez personas de por ahí incluyendo al pollero, ¿a ustedes qué?

— WHAT? HA DICHO QUE SE LA QUIERE MOJAR A SPREEN.

— NO. QUIERO DECIR QUE-

— Juan. — Interrumpió Auron. El castaño lo miró con atención y un sonrojo en sus mejillas, quizá por la ira, quizá por la pena, quien sabe. La expresión del ex alcalde fue de seriedad absoluta. — Es que hay un problema con Spreen.

— ¿Qué pasa con el oso?

— Le llenó la casa a Ibai de arena y agua que fue un dolor de huevos quitar.

El hechicero permaneció en silencio, abriendo y cerrando la boca indeciso sobre qué decir.

— ... ¿Qué fue lo que le hizo Ibai? — Expresó finalmente.

El mencionado frunció el ceño con indignación.

— ¿Perdona? — Pronunció el pelirrojo con desagrado. Juan suspiró.

— Spreen es muy tranquilo. Él no haría algo así sin razón, a menos de que lo hayas molestado, dime, ¿qué mierda le hiciste para que te hiciera eso?

— O sea que si el oso viene y me ataca, ¿Es mi culpa que me ataque?

— Sí, eso estoy diciendo, imbécil. Perdón, me alteré, no quería decirte imbécil, me dejé llevar.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora