🖋️🐻; 08

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— Entonces, si pone esto por acá

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— Entonces, si pone esto por acá. — Hace un rayón con un crayón. — Tendríamos el lugar perfecto para producir mercancía hacia otras Islas.

— Patrón, pero si el Profeta se llegara a enterar...

— Génesis. — Habló severo. El empleado se tensó. — ¿A quién le tiene miedo? — La severa pregunta le ocasionó escalofríos. — ¿Al hijo de puta del Profeta... o a mí?

Génesis tragó saliva.

Carola miró a su compañero de empleo con nerviosismo, pues Spreen, su patrón, sonaba demasiado aterrador en ese momento. Cualquiera que tuviera el suficiente aprecio por su vida le hablaría con respeto o atinaría a quedarse en silencio, escuchándolo.

Génesis se sonrojó ligeramente abochornado, intimidado por una mirada que ni siquiera podía ver, pero sí sentir.

— A-a usted, patrón, por supuesto. — Le aseguró.

El oso no cambió ni un poco su tono.

— Entonces haga lo que le pido. Compre ese lugar en el pueblo central y por acá, construye un sótano. — Señaló el trazo que hizo segundos atrás en el plano. — Usted, Carola. Necesito que le cobre la mercancía a esos gemelos del centro. Los boluditos piensan que pueden consumir sin pagar, necesitan una advertencia.

— Como usted diga, Patrón.

— Ah, sí, y antes de que lo olvide, necesito que-

— BUENOS DÍAS ALEGRÍA, BUENOS DÍAS SEÑOR SOOOOL. — Ese grito tan animado resultaba inconfundible para cierto falso oso.

Génesis deformó su expresión a una de disgusto ante la voz chillona del emocionado hechicero. Por su parte, Carola sonrió al ver a Juan acercarse.

— ¿¡CÓMO TE ATREVES A HABLARLE ASÍ AL PATRÓN!?

— HOLA, SPREEN. — Saludó Juan al oso ignorando completamente a Génesis. — Te traje tu ropa limpia, la lavé después de usarla y todo. Dame las gracias.

Ambos empleados abrieron bastante los ojos al escuchar aquello.

¿Juan con ropa de Spreen?

...

Es decir, no hay nada de malo, están casados después de todo... pero...

Ambos hombres se sonrojaron por la sola idea de imaginar a la pareja en tal situación.

— ¿Notas que estoy ocupado? — Reprendió Spreen frunciendo el ceño. — ¿Qué mierda querés ahora, gafotas?

— Juan. — Corrigió. — Me llamo Juan, no gafotas, pendejo oso de mierda, y si quieres me quedo con tu pinche ropa toda apestosa y la uso de papel higiénico cuando vaya a cagar. — Juan se aclaró la garganta por un momento, endulzando su voz. — Pero no vengo aquí a pelear contigo, vengo aquí porque necesito secuestrarte por un momento.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora