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Los ojos del castaño viajaban por todo el lugar de un lado al otro con detenimiento

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Los ojos del castaño viajaban por todo el lugar de un lado al otro con detenimiento. El establecimiento estaba más vacío que de costumbre, y la falta de actividad en el lugar le producía un escalofrío al pobre Mariana.

Ese era el sexto día desde que el oso le había dicho que estaba enamorado del hechicero, y desde entonces eran pocas las ocasiones en donde se dejaba ver.

Parecía ser que esa tarde no sería la excepción, pues el reloj marcaba las ocho con siete minutos, y aún no sabía nada de su Patrón.

ElMariana: Patrón, ¿Cierro de nuevo a las 8?

Probó por enviarle un mensaje, pero como pensaba, al pasar de varios minutos, aún no había respuesta.

¿Dónde se había metido?

El misterio no era tan complejo de resolver, pues bastaba ver al oso llegar la mañana siguiente con una bolsa llena de minerales, para deducir que se pasaba todo el día en una mina.

Mariana no entendía del todo al oso, pues si finalmente había aceptado sus sentimientos hacia Juan, ¿Por qué se alejaba de él?

El mismo hechicero estaba demasiado extrañado con la ausencia de Spreen, pues lo había visitado sin falta cada día, y él no aparecía.

— ¡HOLA, MARIANAAAAAA!

Y hablando del rey de roma...

— ¡Hola, Juan!

Juan caminó tranquilamente hasta la barra donde se encontraba Mariana secando algunos vasos. Los ojos avellanas del esposo del “patrón” viajaron curiosos a través de la locación, buscando con disimulo la presencia de cierto oso.

Pero no lograba encontrarla.

— No está. — Pronunció Mariana sin la necesidad de ver el rostro de Juan, para adivinar lo que estaba haciendo. — Por más que lo busques. No ha llegado.

— ¿Otra vez? — Soltó Juan con un toque de pena en su voz, siendo el empleado quien confirmó asintiendo a la brevedad.

No lo diría en voz alta, pero reconocía muy dentro de él que echaba de menos al oso.

Ese oso de mierda que había hecho algo muy lindo por él de manera desinteresada, y queriéndolo o no, le había tomado aprecio.

— ¿Sabes si Spreen está molesto conmigo? — Cuestionó, tratando de indagar el porqué su esposo le había dejado de hablar.

Mariana rápidamente negó con la cabeza.

— El Patrón ha tenido mucho trabajo, es todo.

Juan frunció el ceño, fulminando con la mirada al empleado quien se sintió expuesto ante la dominancia del mago.

— Me estás ocultando algo, ¿Verdad?

— No- ¡No...!

El hechicero afiló su mirada, haciendo que el nerviosismo de Mariana se duplicara.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora