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Spreen suspiró con nerviosismo y un sonrojo marcado en sus mejillas, sus manos se movieron inquietas y pararon sobre su agitado pecho en un intento desesperado por calmar su agitado pulso

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Spreen suspiró con nerviosismo y un sonrojo marcado en sus mejillas, sus manos se movieron inquietas y pararon sobre su agitado pecho en un intento desesperado por calmar su agitado pulso.

« Olvida eso, ¡olvida eso, pelotudo! No vi nada, no vi nada, no vi nada... » Trató de autoconvencerse en sus pensamientos, pero, digamos que sí vio mucho.

¿Quién estaría tan tranquilo después de ver por error a su novio esposo desnudo en el baño de su casa?

Bien, bien, demos un poco de contexto, ¿qué pasó?

Hace dos semanas atrás cuando recién se dijeron sus sentimientos y Spreen encontró su negocio completamente destruido, Juan lo visitó en su casa (sí, la misma que le había construido el mago) alegando que para asegurarse de que no haría nada malo se quedaría con él. Ni siquiera pudo negarse para el momento en que vio su minimalista casa convertirse en la víctima del perfeccionista hechicero.

Su armario ya no solo tenía su aburrida ropa, si no que se había llenado del color de su esposo.

Spreen admitía que aunque con mucha vergüenza, a veces tomaba prestadas ropas angostas de Juan (las que mejor le quedaban) y las usaba durante la noche para poder dormir tranquilo si el mago se iba a su santuario y no llegaba a dormir a casa del oso.

A pesar de que su subconsciente ya estaba acostumbrado a vivir con Juan, su yo pensante a veces lo olvidaba, como justo ese día.

Como era costumbre, un adormilado Spreen se había despertado sobre su cómoda cama a las 8:00 AM, recordando que debía ir a terminar unos detalles más de su negocio para poder abrirlo ese mismo día.

Para quitarse lo aflojerado entró al baño despreocupadamente, abrió la llave del grifo y se echó agua en la cara, tardó unos segundos en reaccionar para cuando se dio cuenta que la regadera detrás de él estaba encendida; sin pensarlo demasiado abrió la cortina para cerrar la llave pero para su sorpresa Juan estaba ahí dentro, desnudo... con su frente pegada a la pared, sus cabellos revueltos y sus ojos cerrados por el sueño.

— ¿Hum? — Fue lo único que le había dicho Juan sin abrir los ojos.

Spreen balbuceó queriendo disculparse pero su mirada se perdió en las fuertes y firmes piernas del mago.

Juan bostezó, ahí reaccionó el oso quien despertó mucho más rápido que echándose agua en la cara, y sonrojado salió huyendo de la escena.

Y aquí estamos, con un Spreen tratando de olvidar lo que vio y con un Juan lo suficientemente dormido para no notar la presencia del oso en su ducha.

Unos largos minutos pasaron en los que el oso se puso a hacer limpieza como un desquiciado tratando de despejar su agitada mente, antes de que la figura del hechicero (ahora sí con ropa) apareciera en el pasillo con una sonrisa desvergonzada.

Hasta que el profeta nos separe | Spruan [CANCELADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora