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Minutos después de esa descarga de ira, mamá
llegó y como no contesté cuando me llamó como
solía hacer siempre, ella corrió hacia mi habitación.

Me encontró tirada en el piso, rodeada de cosas
rotas, con fragmentos de cristal alrededor y sangre
en mis manos. Pude escuchar su grito y el como se
movía rápidamente de un lado a otro en la
habitación. Me preguntó cómo y por qué lo había
hecho, pero yo no supe qué contestar.

No pude hacerlo.

Mi voz se había perdido completamente y sé que si
hablaba, no saldría absolutamente nada.
Me limpió y también a la habitación, recogió todo y
me dio un baño, curó mis heridas en el proceso,
intentó hacerme hablar de nuevo, pero me negaba.
Intentaba que comiera algo, pero realmente no
tenía ganas para hacerlo.

Cuando llegó la hora de dormir ella se quedó a mi
lado porque aún temía que el ataque de ira
regresara y volviera a hacerme daño, aunque ya
había quedado claro que no tenía ganas ni fuerzas
para hacer algo.

Y así, entre lamentos y furia, el primero de los días
más tristes y solitarios de mi vida transcurrió.

A la mañana siguiente, mi madre me despertó, me
hizo tomar un baño (con su ayuda obviamente) e
intentó que comiera. Pero su plan no salió como
ella lo esperaba.

Después de unas palabras sobre confiar en ella y
que no debía sentirme mal, intentó irse a trabajar,
sin embargo, al final decidió que sería mejor
quedarse conmigo.

"Solo por si acaso" había dicho, aunque yo sabía
que no confiaba en dejarme sola.

Me la pasé el resto del día tirada en el sofá y
pensando sobre todo lo que había sucedido el día
anterior, con mi madre a mi lado en completo
silencio.

¿Por qué, Catra? ¿Por qué tú?

De todas las personas que había conocido en mi
corta vida, ella había sido de quien menos me
esperaba esa traición, y por ende, era aún más
doloroso.

Creí que de verdad estábamos teniendo "esa"
conexión especial. Que ella era sincera. Creí que de
verdad quería ser mi amiga sin importarle como
era, y como la tonta que soy había sido atrapada en su telaraña de mentiras, donde esperaba para
devorarme en cualquier segundo.

Y vaya que lo había hecho.

Sin saber cómo, ni por qué, ella había atrapado no
solo mi cuerpo, sino también mi corazón, y eso solo
hacía que la cicatriz que creí cerrada volviera a
abrirse.

Era horrible.

Era como si me hubiese atropellado un tren, o
como si me hubiesen atravesado el corazón con
flechas, y por un momento pensé que los cristales
del espejo roto se habían enterrado en él. Era
como si... Se me hubiese partido el corazón en
miles y miles de pedazos.

Y así había sido.

Porque, sin querer, yo me había enamorado de ella.

Y ella me había rechazado de la peor manera
posible.

Sequé las lágrimas traicioneras que se resbalaron
por mis ojos y con una sonrisa rota, susurré.

–Soy una tonta.

Mamá pareció escucharme, porque a los segundos
sentí como sus brazos me rodeaban y sus labios
posarse en mi cabeza.

–Por supuesto que no lo eres, cariño -murmuró
con cariño, separándose levemente.

–Lo soy, mamá. Soy la persona más tonta del
mundo.

–Claro que no. Mi niña es la persona más
inteligente del mundo. -aquellas palabras solo me
hicieron querer reír, pues las había pronunciado en
un tono tan serio y dulce, no obstante, estaba tan
destruida por dentro que no pude hacerlo-
¿Quién te dijo que eres tonta?

–No lo dijo, pero... L-lo demostró y... Es cierto. Es
cierto, mamá.

La abracé con más fuerza y escondí mi rostro en su
pecho, soltando poco a poco más lágrimas.

–Dime quién fue. Voy a hablar con sus padres.

Con mi cabeza aún en su pecho, negué. Ni siquiera
yo conocía a sus padres, y dudaba demasiado que
mi madre pudiera hacerlo

–Duele...

Mamá acarició mi cabeza con sus dedos y durante
unos segundos no dijimos nada. Nos mantuvimos
en silencio en aquella posición tan reconfortante.

–Cariño.

–E-ella... Ella rompió mi corazón, mamá.

–¿Ella? -pareció pensarlo durante unos segundos,
cuando murmuró- ¿Te refieres a la chica del
parque?

Cuando me tensé entre sus brazos y mi llanto
incrementó, ella supo que había dado en el clavo.

–Oh, cariño -susurró con voz dulce y
reconfortante- Pero... Hablabas tan bien de ella.
¿Cómo pudo hacer semejante cosa?

–No lo sé, no lo sé -apreté la tela de su suéter de
lana y cerré los ojos con fuerza, como si eso fuese a hacer que el dolor desapareciera- Solo sé... Que soy una tonta y que nunca debí confiar en ella.

–Mi amor...

–E-ella me engañó... Yo...Yo creí que era diferente...Creí que de verdad...-sorbí mi nariz y
la abracé con tanta fuerza que temí hacerle daño.
Pero ella no dijo nada, solo me escuchaba en
silencio y se dedicaba a acariciar mi espalda- Creí
que de verdad podía confiar en ella... Pero me equivoqué -finalicé, con la voz totalmente rota. Eso indicaba que la charla había finalizado
para mí. No hablaría más.

Mamá plantó un beso en mi cabeza y nos
quedamos abrazadas en el sofá durante el resto de
la tarde. No insistió en que debía separarme, mantener una charla caminar un poco o comer, ella
me entendía, y lo agradecia infinitamente. Como
todo el día, solo estaba allí dejando que llorara y la
abrazara, dándome caricias y besos en la cabeza. Yeso era justo lo que yo necesitaba.

Al finalizar el día me dio un baño para tratar de
eliminar el rastro que las lágrimas habían dejado
en mi rostro, me puso un pijama y me llevó a la
cama.

Cuando estuve posicionada para dormir, ella
empezó a acariciar mi cabello y a tararear una
canción de cuna, justo como solía hacer cuando era
pequeña y le pedía que se quedara conmigo hasta
que los monstruos desaparecieran.

Cerré mis ojos con fuerza, a sabiendas de que no se diferenciaba nada a cuando los tenía abiertos, pero hacer eso me daba seguridad.

Los minutos pasaron y cada vez me sentía más
relajada, aunque el dolor seguía ahí. Mamá dejó de
tatarear en cuanto sintió que me estaba quedando
dormida, y sentí que retiraba su mano.

No tengo idea de si era producto del sueño, o del
dolor de mi corazón, pero lancé una pregunta a mi
madre que no le hacía desde que tenía ocho años.

–Mamá... ¿Por qué nadie me quiere?

A pesar de que susurré con una voz demasiado
débil y rota, ella pareció escucharme, porque
después de ello me plantó un beso en la frente.

–Yo te quiero.

Iba a decir que era distinto, pero quise agradecer
que al menos me haya intentado animar.

Después de se momento salió de la habitación y me
dejó intentando dormir en la oscuridad.

Nuevamente sola y con el dolor que empezaba a
crecer.

Eyes | Catradora Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora