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Lo días y las noches pasaron tan lento que pensé
que jamás se terminarían y que aquella pesadilla
que estaba viviendo nunca terminaría.

Finalmente llegó el sábado, se supone que esos días yo acostumbraba a salir con mamá o conversar con ella sobre como había sido mi semana junto a aquella chica que creí especial. Sin embargo, mamá me había informado que debía asistir al trabajo hoy, debido a que tenía que compensar el día que faltó, así que eso sólo significaba una cosa... Que me quedaría sola en casa, hundiéndome en la agonía y la tristeza.

Que gran sábado iba a ser.

No obstante, cuando sentí como mi madre ingresó
a mi habitación y pensé que se despediría, las
palabras que salieron de su boca fueron totalmente
distintas a las que pensé.

–Cariño -murmuró, sentándose en el borde del
colchón- ¿Estás despierta?

La razón de su pregunta fue porque yo me hallaba
acostada boca arriba con los lentes puestos y no
emitía ni un solo sonido.

–¿Adora? -insistió. Yo gruñí, porque sabía lo que
intentaba.

Durante toda la semana había intentado que
entablara una conversación con ella, pero yo la
había evitado lanzando monosílabos o simples
sonidos, puesto que no tenía ganas de hablar con
nadie.

Suspiré y me senté en la cama, abriendo los ojos
mientras era consciente de que no hacía la
diferencia.

–¿Qué sucede, mamá? -pregunté con voz ronca.

–Oh, que bien que estás despierta -su voz sonó
casi emocionada, y no pude evitar arquear una ceja
cuando percibí su tono- Hay alguien que quiere verte.

–¿Alguien? -repetí, procesando las palabras. No
habían muchas personas a las que yo conociera que les agradara. Solo estaban mamá y la vecina, una agradable ancianita que solía invitarnos a beber té con ella seguido, ya sea porque se sentía sola y deseaba compañía, o simplemente porque le
gustaba contar anécdotas sobre su vida y las de
otras personas, y necesitaba alguien que la
escuchara- ¿Quién es? Si es la señora Spritina, dile
que iré a su casa mañana, cuando tú puedas
también.

–No, no es la señora Spritina.

–¿Ah no?

–No -soltó una risa que me dejó aún más
confundida.

–¿Quién es, mamá? -volví a preguntar.

–Baja y lo descubrirás tú misma.

–No puedo ver, ¿o se te olvida? No voy a reconocer
a nadie.

–No necesitas ver para reconocerla.

¿Reconocerla? Así que era una mujer... ¿Quién
podría ser?

Pero antes de que pudiera exigirle que me diese la
identidad de esa persona, sentí el colchón volver a
la normalidad y la puerta abrirse.

–Te esperamos abajo. No tardes.

¿Qué estaba pasando?

Después de quedarme pensando por más de cinco
minutos quien podría ser esa persona misteriosa,
decidí bajar y descubrirlo por mí misma. Después
de todo, mamá había dicho que no necesitaba verla
para saber quien era... Me pregunto por qué será.

Bajé las escaleras con mi bastón en la mano, sabía
que no lo necesitaba, pero aún así me gustaba
llevarlo. Por alguna razón, eso y los lentes me
hacían sentir más segura.

Eyes | Catradora Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora