#12 END

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Glimmer Pov's

El cielo gris, las nubes oscuras, las gotas de lluvia y
la temperatura fría eran, ciertamente, inquietantes.
Sin embargo, la tranquilidad y paz reinaban por
todo el lugar. No se escuchaba a nadie a kilómetros, a pesar de que las personas estaban ahí y podías verlas.

Recuerdo que, hace mucho tiempo, mi madre me
dijo que la lluvia nunca se queda en el cielo.

Me dijo que nunca debía esperar a que pasara la
tormenta, sino que debía aprender a bailar bajo la
lluvia.

En ese entonces no le vi mucho sentido, pero
encontraba muy satisfactorio un día de lluvia. Era
refrescante, relajante y de alguna forma, también
era especial.

Amaba los días de lluvia. Esos donde podía
sentarme a beber chocolate caliente con mis
padres, donde nos arropábamos juntos con una
enorme manta y ellos compartían anécdotas de su
vida conmigo.

Algunas divertidas, otras tristes, pero siempre
llenas de experiencia y reflexión.

Siempre pensé tener una conexión especial con la
lluvia, era como si el cielo supiera que mi alma
estaba triste, y en lugar de hacerlo yo, él se
desahogaba por mí.

Y esta no era la excepción.

Aspiré el aroma del ramo de flores que tenía entre
mis manos y planté un beso en ellas, dejándolas
sobre la lápida a sólo centímetros de mí.

–Te extraño tanto... -susurré.

Recorrí con la yema de mis dedos la lápida,
trazando el nombre bordado en ella con lentitud y
ensoñación.

No quería que todo acabara así.

No para ella.

Las gotas de lluvia seguían cayendo cada vez más
con fervor, cada vez más fuerte y cada vez más
grandes.

Hace poco nos reíamos juntas, y ahora su cuerpo
estaba bajo tierra, y su alma en el cielo.

No podía dejar de extrañarla, pero era reconfortante saber que finalmente había encontrado su lugar en el cielo.

Como el ángel que siempre fue.

Un sollozo escapó de mis labios, haciéndome llevar
la cabeza hacia abajo, negándome a soltar más.

Movía mi cabeza de un lado a otro, las gotas cayendo justo frente a mí en el suelo, y yo sabía que no eran producto de la lluvia.

Los sollozos aumentaban, las lágrimas también y
los temblores que empezaron a recorrer mi cuerpo
me delataban.

De repente, ya no sentí más lluvia caer sobre mí,
así que me vi obligada a observar hacia arriba,
encontrándome con varias varillas metálicas
sosteniendo un pedazo de tela aprueba de agua.

Era un paraguas.

La persona que lo sostenía puso una mano en mi
hombro y me sonrió de forma reconfortante, pude
notar que, por el brillo de sus ojos, también estaba
sufriendo.

No fue necesario que yo dijera algo más para que
me comprendiera.

–También la extraño -dijo, apretando mi hombro.

Me levanté a duras penas y lo abracé, estrujándolo
entre mis brazos con toda mi fuerza, y soltando
algunas lágrimas de paso.

El sollozó también y correspondió mi abrazo,
estrujándome de igual forma.

Ambos lloramos en el hombro de la otra durante
varios minutos, hasta que el se separó de mí, secó sus lágrimas con la parte seca de su suéter y sorbió su nariz.

Eyes | Catradora Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora