Benjamín
—¡Enana, vamos! —dije mientras tocaba la puerta de la habitación.
—Ve vos que debes estar antes en la iglesia —gritó— ¡¿O piensas dejar a mi hermana plantada?!
—¿Qué cosa dice? —murmuré.
Se sentía mucho movimiento en la casa; mi madre estaba con Perla ayudándola, o eso dicen, ya que con los trabajadores que contrató no sería necesaria su ayuda.
Mi madre no permitió que la fiesta fuera lejos de la iglesia, puesto que decía que aunque fuera falsa, ninguna de sus familiares se atrevería a tanto.
—Ya vete, superhéroe, iré con la novia —insistió.
—Ya vete, superhéroe, iré con la novia —la molesté—. Traidora —murmuré.
—Te escuché —gritó.
Aunque es una boda falsa, y me lo repetía cuantas veces era necesario, tenía mucho miedo.
Me preparé y llegué a la iglesia. Como era de esperarse, no había llegado nadie, y es lógico, ya que son las 5:00 de la tarde y la boda empezaba a las 7:00, pero mi madre quiso que llegara más temprano.
Los minutos pasaban con rapidez; mi corazón estaba acelerado. A pesar de todo, era la primera vez que me casaba, no tengo ni idea de lo que diré o haré.
La hora llegó; las personas empezaron a llegar. Moría de nervios; no sabía muy bien si era por la cantidad de personas en la iglesia o por ver la cara decepcionada de algunos de mis familiares.
«No hay nada más qué hacer, esta es la decisión correcta, Benjamín»
—¿Estás bien? —preguntó mi madre sacándome de mis pensamientos.
No respondí; ella me hizo una seña para que nos acercáramos a la entrada.
—No sabes lo feliz que me hace presenciar tu boda —murmuró mi madre con emoción—. Pensé que este día nunca llegaría.
Tomé una gran bocanada de aire y le sonreí como pude.
—Vamos, que la novia está por llegar —insistió mirando hacia el altar—. Los invitados pensarán que vas a escapar.
Miré, por última vez, el entorno.
—Todo saldrá bien —susurró mi madre.
A quien engaño. La estoy esperando; quiero verla por solo una última vez, pero sé que eso no impediría que me casara. Miré a mi madre para así avanzar.
—¿Qué pasa, madre? —pregunté al verla asustada.
Ella miró tras mi espalda. Sigo su mirada.
«¿Nicolás?»
Estoy confundido; ni siquiera sabía que vendría, pero mi confusión era más por el estado de miedo de mi madre. Noté que hablaba con una chica; no pude ver bien quién era, ya que solo pude ver su espalda.
Desvié la mirada hacia mi madre.
—Te asusta más que él esté hablando con una chica que tu hijo se esté por casar —bromeé, pero ella solo miraba con preocupación.
Dudoso, volví a observar. Ahogué un suspiro; mis ojos se abren como platos. Miré a mi madre para ver si estaba viendo lo mismo que yo. Mi corazón empieza a acelerarse. Si antes tenía nervios, no sé cómo llamarle a esto; no es simplemente la espalda de una chica, era enigma, mi enigma. Necesito ir, necesito saber cómo está, qué hizo todo este tiempo, si me extrañó, si pensó en mí, como yo pensé en ella.
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La cruz roja
RomanceDicen que el amor no es ciego, pero nos priva de la vista, porque una vez que lo conocimos, ese amor es lo único que puede hacernos sentir vivos; nos da coraje, pero también nos da desesperación la idea de perderlo. Amar incluye la crueldad de tener...