Me paralicé por un momento después de que terminó la llamada. La distancia hasta Sacha era interminable y la idea de que no llegaría a tiempo me aplastó el pecho. ¿Cómo llegaría rápido? La imagen de nuestra última despedida me golpeó con fuerza. Recordé cómo ella había luchado para no dejarme solo, y esa imagen me inquietó aún más. Si algo le pasaba, jamás me lo perdonaría.
-¿Sigue aquí? -preguntó Nazli con una nota de preocupación en su voz, mientras salía de la habitación. Me miraba fijamente, su rostro reflejaba desconcierto-. Está usted muy pálido.
No podía pensar. Mi mente era un caos. Con un esfuerzo, tragué saliva con dificultad. No era el momento de debilitarme. Miré a Nazli con urgencia, mis ojos desbordando desesperación.
-¡¿Existe una forma de llegar Rápido a La Ciudad?! -la interrumpí, casi a gritos. Su ceño se frunció, sorprendida por la intensidad de mi voz.
-Hay una calle... -dijo, un tanto confundida, como si lo estuviera pensando-. La usábamos antes como un camino más corto, pero luego construyeron un puerto. Aunque no tuvo mucho éxito, el acceso quedó abandonado...
-¡¿Dónde está?! -exigí, sin dejarla terminar. No tenía tiempo para explicaciones. Mi mente solo pensaba en Sacha. La urgencia en mi voz era clara, y la miré fijamente, sin darme cuenta de cuánto me estaba desmoronando por dentro.
Nazli se sobresaltó y, con un gesto apresurado, señaló hacia una ventana, donde se veía un paisaje lejano.
-Por aquí se puede llegar al puerto abandonado.-Su voz sonó más tranquila, pero sus ojos reflejaban una leve preocupación por la rapidez con la que había hablado.
Salí disparado, sin pensarlo. Nazli me acompañó hasta la parte trasera del centro, pero enseguida se despidió, dejándome solo con mis pensamientos. Todo lo que me había dicho Clara me rondaba como un eco, y la ansiedad me aplastaba. Cada palabra sin sentido, cada frase que sonaba confusa, me hacía imaginar millones de escenarios en los que Sacha estaba en peligro. No podía perderla.
Mi cuerpo ya no podía parar. Corrí hacia el puerto abandonado, sin pensar en el cansancio, sin detenerme a cuestionar nada. Mientras lo hacía, mi mente seguía volando hacia Sacha. ¿Estaría bien? ¿Qué haría si ya era demasiado tarde? No podía... no podía imaginar un futuro sin ella.
Al llegar a la entrada del puerto, mientras corría noto un barco. Estaba allí, flotando en medio de la nada, en un muelle vacío. Nazli me había dicho que este lugar estaba abandonado, que ya nadie lo usaba. ¿Qué hacía un barco aquí? El nerviosismo me hizo tropezar. Eso no me hizo tenenerme, no había tiempo para cuestionarlo. Algo dentro de mí me dijo que debía seguir adelante.
De repente, escuché el ruido del agua, y el sonido, que de por sí era aterrador, me hizo girar bruscamente y frenar, sin embargo no fue eso lo que me hizo detenerme. Lo que me hizo frenar fue la imagen ante mis ojos de Perla.
La vi caer del barco, lanzándose al mar, y no pude evitar quedarme congelado por un instante, incapaz de comprender lo que sucedía. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Por qué saltó?
Pero en cuanto vi su cuerpo desplomándose hacia el agua, mi instinto reaccionó de inmediato. No pensé, no reflexioné. No me importó si estaba en peligro o si no sabía qué hacer. Solo supe que no podía dejarla caer. Corrí sin dudarlo, mis pasos resonando con furia, y al llegar al borde del muelle, me lancé al agua sin pensarlo, con la única misión de salvarla, de sacarla de allí antes de que fuera demasiado tarde.
Perla
Estaba por rendirme, y más cuando mi cabeza recordó el único consejo que me había dado mi madre en vida. Ese consejo que nunca entendí completamente, pero que ahora se grababa en mi mente como un eco. "Hija, no te rindas nunca. Lucha por lo que sientes, aunque te cueste el alma."
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La cruz roja
Roman d'amourDicen que el amor no es ciego, pero nos priva de la vista, porque una vez que lo conocimos, ese amor es lo único que puede hacernos sentir vivos; nos da coraje, pero también nos da desesperación la idea de perderlo. Amar incluye la crueldad de tener...