—¡¿Un qué?! —exclamó mi madre sorprendida—. ¿Embarazaste a Sasha?
—¡¿Qué estás diciendo, mamá?! —la fulminé con la mirada.
—Es verdad —dijo para sí misma—. De Sasha no es...
Intenté detenerla antes de que siguiera saltando a conclusiones absurdas, pero ya era demasiado tarde. Ella se acercó con una mirada amenazante.
—Embarazaste a Perla —afirmó.
—¡No! —farfullé. Me preocupas, mamá —dije conteniendo la risa—, papá...—. Mi momento de felicidad se desvaneció.
No comprendía por qué mi padre tenía tanta obsesión con Perla. ¿Por qué no solo me permitía ser feliz?
—Papá —suspiré—, parece que solo quiere un nieto, pero que sea de Perla.
—¡¿qué dijiste?!
Sacha
Después de salir de la casa del abogado, tenía la determinación de regresar a casa y contarle a mi abuelo dónde estaba, pero a pesar de esperar a Nico, no aparecía. Me sorprendió, ya que él era quien insistía en quedarse a mi lado. Llamé varias veces, pero no contestaba, lo cual me pareció aún más extraño.
—¿Dónde te habrás metido? —pensé en voz alta.
—Está en su casa, con su familia, donde deberías estar tú también —me estremecí al escuchar la voz de mi abuelo.
—A... abuelo...
—Ya ni me sorprendes. Desde que él llegó, solo eres un libro repleto de historias falsas —su voz denotaba decepción—. ¿En qué te has convertido? ¿Dónde dejaste a mi luz?
Entendía su enfado, pero necesitaba que me escuchara.
—Es cierto que te mentí, pero tuve que hacerlo... —admito—. Él necesitaba ayuda...
—¿Sirvió de algo que vinieras? —preguntó, dejándome sin palabras—. Ya que te crees su heroína —continuó—, ¿por lo menos valió la pena hacerlo? —Negué avergonzada—. Apuesto a que lo acabas de meter en más problemas. —siento cómo me toma del brazo—. ¿Te das cuenta de lo estúpida que te ves? —susurra.
Pensé en mis acciones y en cómo mi abuelo tenía razón.
—Estoy cansado de esto —me suelta con un suspiro, su voz cargada de cansancio—. Solo quiero protegerte y lo único que haces es mentirme. Me tratas como si yo fuera el villano de tu historia —siento su mano acariciando mi cabello con ternura—. ¿Desde cuándo te sueltas el cabello así? ¿Desde cuándo tiemblas cuando me sientes cerca? —sus palabras me llegan con toda su preocupación, mientras sus dedos se posan suavemente sobre mis mejillas—. Somos un equipo, mi luz. Vuelve conmigo, vámonos.
Aunque no puedo verlo, puedo sentir el peso de su decepción y preocupación en el tono de su voz.
—¿quieres que me vaya sin ti?
Al escuchar esa pregunta, negué con rapidez, sentí un nudo en la garganta. Mis manos temblaban mientras él acariciaba mi cabello y sujetaba mis mejillas con ternura. La idea de que él se fuera solo me golpeó como un puñetazo en el estómago. ¿Cómo podría enfrentar el mundo sin él a mi lado?
—Solo quiero que esté bien —mi voz suena quebrada, apenas un susurro—. Por favor, abuelo. —mi voz se quiebra en un último suspiro desesperado.
—¿tanto lo quieres?—susurra con cariño, alejándose ligeramente para tomarme de la mano—. Te daré tres días, para que decidas. Si en esos tres días no me das respuesta, no será razón para quedarme. ¿Estás de acuerdo?
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La cruz roja
RomanceDicen que el amor no es ciego, pero nos priva de la vista, porque una vez que lo conocimos, ese amor es lo único que puede hacernos sentir vivos; nos da coraje, pero también nos da desesperación la idea de perderlo. Amar incluye la crueldad de tener...