Estaba pasando el día con mi abuelo en casa; al final, descubrí que no fuimos al hospital por un chequeo y que era otra de sus excusas, pero no protesté, ya que la verdad me gustó la idea de pasar la tarde con él.
—¿Sucede algo? —preguntó.
—Nada, sabes que siempre estoy así en estos meses —por un lado, decía la verdad.
—Pero tu mente jamás se aleja de mí por tanto tiempo —reveló—¿qué te preocupa?
Pensaba no decirle, lo que menos quería era que me enviara a un psiquiátrico.
—Dale, habla con tu abuelo —dice mientras acariciaba mi cabello.
—Algún día… —me detuve a pensar en qué le diría para que no sospechara—¿crees en los espíritus? —pregunté esperando su respuesta.
—Es complicado creer en algo que no he visto —reveló—pero quién sabe, puede que sí.
Sonreí inconscientemente.
—¿Por qué la pregunta?
—No, nada… Solo la curiosidad.
—Solo la curiosidad —repitió—sos igual a ella.
—Ya lo arruinaste —dije antes de irme a la habitación.
Habían pasado dos días luego de esa extraña charla con mi abuelo; preferí no volver al hospital y solo quedarme en casa, descansando hasta que se me fueran esas ideas locas de la cabeza, algo que no funcionó.
Había llegado la noche del sábado. Amaba los fines de semana, más aún cuando estaban mis dos locos favoritos en casa.
—Hoy no hay salida —advirtió Val.
—Que Dios te escuche, no se sabe con qué salga la petiza ahora —agregó Nico.
Mientras ellos estaban en su charla, mi mente solo buscaba qué locuras podría hacer esta noche. Amaba salir, pero no a fiestas y esas cosas típicas, sino a lugares que podrían llamarse extraños.
—¿Qué haremos hoy, petiza? —preguntó Nico—Despertarás un muerto, bailarás con la luna, irás a cavar una tumba.
—Deja de darle ideas que hoy quiero ver una peli y descansar —dijo Val.
—Iremos al hospital —interrumpí.
Es momento de saber si lo que pasó ese día fue real o solo necesitaba descansar.
—¡¿Qué?! —dijeron al unísono.
—Ni sé por qué me sorprendo —dijo Val. Iba a hablar, pero ella no lo permitió—ya sé —dijo.
—¿Qué sabes? —preguntó Nico.
Por un momento nadie habló hasta que Val salió con sus juegos.
—Lo que sucede es que —sus pasos se estaban acercando—nuestra querida Sasha —sostuvo mis hombros—habló con un espíritu —dijo en tono burlón—y ahora no para de pensar en eso.
—¿De verdad lo hiciste? —preguntó Nicolás.
—No —mentí—pero alguien me observa y quiero…
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La cruz roja
RomantizmDicen que el amor no es ciego, pero nos priva de la vista, porque una vez que lo conocimos, ese amor es lo único que puede hacernos sentir vivos; nos da coraje, pero también nos da desesperación la idea de perderlo. Amar incluye la crueldad de tener...