Un accidente

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Sacha

—Podés dejar de sonreír así —insistió Valeryn de camino a casa.

Ni siquiera me había dado cuenta de que seguía sonriendo.

—Por lo menos, contame el motivo de tu felicidad —continuó diciendo.

—Te lo contaré después —evadí—. A ver cómo paso este mal rato —suspiré al sentir que casi llegaba.

—¿Mal rato? —repitió—. Ahora así le llamas a tu abuelo.

—No es a mi abuelo al que llamo así —aclaré—, es a lo que vendrá.

Llegué a casa, Valeryn prefirió irse. La verdad quería que estuviera, pero sabía que las discusiones la ponían nerviosa.

Inhalé y entré a casa. Sentía la presencia de mi abuelo, pero sabía que al estar enojado su castigo sería el silencio.

—Te puedo explicar si solo me preguntas en vez de ignorarme —dije al percibir su presencia—. Perdí el celular y estaba encerrada, no sabía que me llamabas —le conté.

—Lo sé —contestó secamente—. Olvidaste las reglas de esta casa —agregó.

—¿Eh? —dije desconcertada.

—Ya conseguí tu nueva doctora —dijo, dejando su comentario anterior en el aire.

—Qué bueno —contesté sin interés.

—Gracias a Dios la encontramos a tiempo —continuó.

—No pensé que Benjamín renunciaría tan rápido —confesé.

Sabía que algún día lo haría, pero jamás pensé que fuera tan rápido. ¿Acaso mi comportamiento lo ofendió? No sería sorpresa que mi personalidad lo alejara.

—Yo lo despedí —soltó sacándome las dudas.

—¡¿POR QUÉ?! —exclamé. Sorprendiéndome a mí misma por mi reacción.

Por un lado, me alegró escuchar eso, pero por otro estaba confundida.

—No sabía qué reaccionarías así.

«Ni yo»

—Aunque es lógico, has tenido un gran acercamiento con él —continuó—. No me sorprendería que quisieras que se quedara —soltó en seco.

—¿Qué insinúas, abuelo? —dije con un semblante serio.

—Te hacía más inteligente, Luz. ¿Con alguien casado?

«Ya entiendo todo.»

—Basta —le advertí.

—Hace unos días no te pasaban esas cosas, ¿perder el celular? ¿Por quién me tomas? —escuché sus pasos, acercándose—. Te conozco, sé cada paso que das, sé las decisiones que tomas, cada día.

—Lo sé —susurré.

—Aun así te atreves a venir a esta casa y hablar conmigo —gritó—. Ahora te gusta invadir casas ajenas, o solo invades la de él.

La cruz roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora