Esperaré para ti

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A la mañana siguiente todos se fueron, Sacha seguía durmiendo. No la quise despertar. Llamé a su abuelo y le dije que la llevaría. Lo que me pareció extraño fue no ver a Nicolás. Podía despertarla, pero el simple hecho de tenerla ahí junto a mí me hacía sentir completo.

Sacha

Desperté desconcertada, algo que no es nuevo. Lo nuevo es el gran dolor de cabeza que llevaba.

— Ay, ¿qué me pasó? — me quejé mientras me levantaba.
 
— Quisiste divertirte un rato... Y así quedaste — al escucharlo me exalté. Lo único que pensé fue en tocar mi cuerpo.

— No te hice nada, Enigma — aclaró — menos fuera de tus cabales. — Escuché sus pasos alejándose — Si lo hiciera, por lo menos necesito un poco de tu consentimiento.

— ¿Solo un poco? — pregunté directa.

— Mmm — lo siento cerca — toma tu bolso y prepárate que te llevaré a casa. Solo quedamos nosotros en este centro — dijo antes de negarme — así que avanza.

Benjamín

La dejé preparándose mientras tomaba mi celular. Tenía unas llamadas perdidas de Perla, tanto de anoche como de hoy. Era extraño, no es tan insistente en ese aspecto. Entré a su chat, ya que había dejado un audio...

"Gruñón, te he estado llamando, pero no contestas. Necesito que vengas, Luna no está bien, está ingresada en el hospital."

Me paralicé, tenía que saber qué le pasaba, pero debía llevar a Sacha a su casa. Le di mi palabra a su abuelo.

— Si quieres, me puedo ir sola — por lo visto tenía un buen tiempo ahí parada — no debes explicarme — me alegró la idea de no tener que contarle la situación. Pero no quería dejarla sola — iré contigo y de ahí llamaré a mi abuelo, no te preocupes por mí.

«Es como si supiera lo que pienso.»

Sin más decir, nos fuimos al hospital...

— Tranquilo, ella va a estar bien — puso una de sus manos en mi hombro, pero la alejé.

— Jamás debí dejarla sola — pensé en voz alta — jamás debí ir a esa estúpida universidad — suspiré con bronca.

Ninguno volvió a hablar. Sé que no tenía la culpa de lo que pasó, pero estaba tan enojado conmigo mismo que me la desquité con ella.

Pasaban doctores y doctores, pero no había señal de Perla.

— ¡Máximo! — exclamó al verlo — ¿sabes algo sobre la enana? — preguntó preocupado.

— Se murmura que tomó una infección pulmonar — respondió, miró detrás de mí confuso al ver a Sacha — ¿pasó algo? — arqueó la ceja.

— ¿Una neumonía? — pregunté ignorando su pregunta — ¿le hicieron una radiografía en el tórax?

— Su estado es un poco delicado, pero no es nada que no se pueda resolver con un buen tratamiento a base de fármacos, antibióticos.

Ni siquiera podía escuchar lo que decía.

— Le expliqué a Perla que se pudo haber generado o producido por hongos, bacterias y hasta virus — continuó diciendo.

— ¿Dónde está Perla? — pregunté impaciente. Él señaló con el dedo índice hacia una puerta la cual no quedaba tan lejos.

— Gracias — agradecí y dirigí mi mirada a Sacha — no te vayas — le advertí.

Al entrar a la habitación, se me partió el corazón al ver a la enana acostada en esa cama, sabiendo lo intranquila que es.

La cruz roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora