—¡Benjamín!—me fulminó con la mirada Perla.
—¿Qué? Me provocó —noté cómo Nicolás trató de retener la risa—. Vámonos —ordené.
—¿A dónde? —preguntó Perla.
—Donde el abuelo —respondí.
—No, vos te vas a detener ahora —Perla se pone enfrente e impide que pase, lo cual me pareció molesto.
—Estás loco, no ves que el abuelo está enfermo, ni siquiera estás pensando con claridad —dijo con semblante serio—. Yo te voy a ayudar, pero así de sacado no irás, y sé que es importante, pero le prometí a tu padre jamás dejarte solo y eso haré.
—¿Buscas que me quede sentado sin hacer nada? Ni tú lo harías si le pasara algo a tu hermana.
Ella no respondió. Noté cómo le hace señas a Nicolás, el cual me toma desprevenido de ambos brazos y me pone unas esposas.
—¡¿Están locos?! —dije mientras trataba de sacarlas —¡¿No estabas de mi lado?! Además, ¿de dónde sacaste eso?
—De mi padre —respondió con naturalidad mientras se alejaba.
—Si te calmas, te las quitaré… Nicolás te llamará, ya tiene tu número y si mañana sigue todo igual, yo misma te acompañaré donde el señor Tomás.
—Está bien, me calmaré —dije molesto.
Se miran entre ellos para ver si me creen. Luego de varias miradas, Nicolás se acerca y me las quita. No tengo otra opción, así que solo subo al auto y me dejo llevar por ellos.
—Déjame en el hospital, tengo doble turno hoy —mentí.
—Si no te despidieron —se burló Nicolás.
—Si me la hacías fácil, estoy seguro de que esto no pasaría —me quejé.
—Necesitaba probarte —admitió.
—Está bien —aceptó Perla.
—¿Estás segura? —preguntó Nicolás.
—Me quedaré con él —lleva su mirada hacia mí.
En realidad, no tenía doble turno, pero lo que menos quería era ir a casa. Al llegar al hospital, lo primero que me esperó fue un semblante bastante serio proveniente de Máximo.
—¿Buscan meterme en problemas? —dijo cruzando los brazos —no hay ni un día en el cual ustedes no sean mencionados en este hospital de forma negativa —continuó mientras miraba a Perla —¿Estás segura de con quién te casaste?
—Ah… algo así —respondió soltando una risa nerviosa.
—Antes de que sigan —interrumpe Nicolás —¿sabe si movieron a mi abuelo?
—Señor Nicolás —lo saludó con una sonrisa— el señor Tomás insistió en irse, así que fue despachado.
«Me sorprende sus cambios repentinos de personalidad.»
—Muchas gracias —agradeció antes de marcharse.
—A usted —se despidió.
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La cruz roja
RomanceDicen que el amor no es ciego, pero nos priva de la vista, porque una vez que lo conocimos, ese amor es lo único que puede hacernos sentir vivos; nos da coraje, pero también nos da desesperación la idea de perderlo. Amar incluye la crueldad de tener...