Meliodas no sabía lo que era necesitar realmente a una persona hasta que conoció a Elizabeth. Porque desde que la conoció él la necesitaba de todas las formas posibles. Ya fuera emocionalmente como físicamente.
Cuando leyó la primera carta que ella le mandó no pudo evitar asombrarse y sonrojarse por la forma en la que ella lo había descrito y las cosas que quería que hicieran. No iba a negar que tuvo curiosidad de saber quien era aquella chica anónima, no todos los días recibías una carta como esa, que aparte de haberla escrito una chica ebria, le pedía, de una forma muy rara, que la llevara a la cama. Había pensado mucho en tirar a la basura la carta, pero no lo hizo, la guardo en el cajón de su ropa interior.
Ese siempre sería un recuerdo de que había alguien allí afuera deseándolo.
No había esperado recibir una segunda carta, pero la recibió. Era una carta de disculpas por lo que decía en la primera carta, aunque dejó claro que no se arrepentía de nada. Después de esa llegó otra, y otra, y otra, y otra. La mayoría las escribía ebria, pero ya fuera que estuviera borracha o no, su linda chica de las cartas se le insinuaba una y otra vez pidiéndole que le hiciera cosas que, si meliodas hubiera descubierto quién era ella, sin dudas se las hubiese hecho.
Después de los primeros tres meses, él comenzó a querer saber quién era la misteriosa chica de las cartas. Se había quedado esperando muchas veces en los lugares donde dejaba las cartas, pero sin importar donde esperaba, ella se las ingeniaba para dejarlas en otro lugar. Después, al año, se había asustado cuando de repente y a las tres de la mañana, tras pensar mucho en ella, se dio cuenta de que se estaba enamorando de alguien a quién no conocía realmente. Era como enamorarse de un fantasma.
Sin saberlo, le había hecho daño a su chica de las cartas al rechazar tantas veces a Elizabeth, y cuando ella se fue y dejó de escribirle pensó que al menos así podría dejar de estar enamorado de una persona que no había visto en su vida, pero eso no pasó. La extrañó tanto hasta el punto de necesitarla aunque fuera a través de una hoja de papel y tinta. Y cuando se enteró de que Elizabeth, la chica a la cuál por el enojo y la tristeza término humillando, era, efectivamente, su adorada chica de las cartas, tuvo una ola de emociones confusas.
Alegría por saber quién era su amada misteriosa.
Enojo por recordar como la había tratado.
Tristeza por saber que, gracias a sus acciones del pasado, ella no querría verlo nunca más.
Le escribió una carta disculpándose. No tenía pensado que ella le respondiera, pero lo hizo, ella le respondió y le dijo que lo amaba. Eso fue como lanzarle a la cara una gran y pesada roca con un papel que dice: Esperanza. Fue entonces cuando decidió que iba hacer todo lo posible por recuperar su amor, si es que alguna vez lo tuvo. Y lo intentó, hizo lo mejor que pudo, pero aún así gracias a su estúpido ego que no le permitió disculparse en persona, lo arruinó. Y sin embargo, allí estaba otra vez intentándolo, porque estaba total mente enamorado de ella.
Y porque la necesitaba, mucho más de lo que pudiera admitir.
[💌]
Una carta se arrastró por debajo de su puerta. Su corazón se aceleró. Era ella.
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Att: La chica de las cartas [Temp.2] 💌 Melizabeth.
Fanfiction|Terminada.| Te van a destruir de la manera más bella, y ahí entenderás porque los huracanes tienen nombres de personas. «Querida Elizabeth; Me forcé a imaginar un mundo sin nosotros... Y lo vacío que sería ese mundo.» «Querido Meliodas; Si yo hici...