Capítulo 8 ❁ Aquí Conmigo ❁

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Despertar nunca era un motivo para sonreír tan temprano; me gustaba el mundo de los sueños o de, simplemente, sentir el peso del sueño por mi cuerpo—aunque nunca supiéramos el momento exacto en el que terminamos durmiéndonos, la gente solo siente aquella sensación buena algunos segundos antes de despertar. De cualquier forma, no acostumbraba a sonreír con  mucha frecuencia.

Pero en cuanto abrí los ojos esa mañana sonreí.

Justo ahí, entre mis brazos, estaba Park Jimin. Todavía estaba acurrucado como un gatito, roncando con los ojos cerrados, con un semblante tan sereno que tuve miedo de hacer cualquier movimiento que pueda despertarlo. Era el mayor contacto que habíamos tenido en tanto tiempo; esperé tanto por aquello, que no podía evitar aceptar mi corazón latiendo fuera de control, no quería contenerlo pues se merecía ese momento de alegría.

No quise arruinar aquello, entonces solo cerré los ojos y sentí.

Mis brazos estaban cerrados alrededor de sus hombros, entonces podía sentir su respiración en mi pecho—donde escondía su rostro. Me preocupé solo con el ritmo en que se movía su torso, de acuerdo con el aire que entraba y salía de sus pulmones; me enfoqué en la sensación extrema de comodidad que me proporcionaba el tener una de las piernas de Jimin entre las mías, y a él también—a juzgar por su tranquilidad de aun estar junto a mí.

Mi deseo era que no saliéramos por un buen tiempo de aquella posición, de aquella cama y de aquel cuarto; no solo por saber y estar seguro del bienestar de Jimin, sino también por la preocupación que no me dejaba desde la noche anterior, después de que despertó de su pesadilla. La forma en que Park había rechazado mi toque al principio, la forma en que se contrajo para alejarse de mí—antes de pedirme que lo abrazara—, llegaba a ser algo doloroso para recordar.

Y, mientras permanecía con los ojos cerrados sobre mi cama—apretando el cuerpo de Jimin contra el mío, cada vez sujetándolo más y más protector—me preguntaba cuándo fue el momento exacto en que me sentí de esa forma, cuándo fue la señal inicial de que me estaba enamorando de Park Jimin, concluí en que no me importaba nada más que aquellas seis personas que me hacían tan bien.

Abrí mis ojos lentamente, percibiendo que estaba con el rostro entre el cabello rosado de Park una vez más, aprovechando el delicioso olor que tenía y juntando fuerzas para apartarme sin despertarlo, solo para tener una mejor vista de su rostro. Su piel clara estaba levemente rosada en las mejillas; los ojos cerrados con delicadeza, como si no le hubiera costado nada poder dormir la noche anterior; en su mano izquierda apoyaba la mejilla que estaba apoyada en el colchón, la derecha todavía se encontraba enredada entre las mías.

Al ver aquella escena dejé que mi corazón latiera eufórico una vez más; nunca me había sentido tan incapaz de contener mi felicidad como en ese momento, nuestros rostros estaban tan cerca—con solo una leve diferencia de altura—, que podía sentir el aire caliente de su respiración golpeando directamente contra mi piel. Cerré mi mano, la cual aún se encontraba en su hombro, con un poco más de fuerza para solamente convencerme de que de verdad lo estaba tocando de esa manera. Y terminé sonriendo levemente, soltando una risita, porque todavía parecía una ilusión de mi cabeza.

En cuanto sentí el primer movimiento de Jimin aflojé la presión con la que lo envolvía, pero no lo solté completamente. Soltó el aire pesadamente y mi corazón volvió a latir con rapidez, demasiado rápido, pero ahora debido a la preocupación por la posibilidad de que Jimin me rechazara una vez más.
Liberó un gemido que podría ser comparado con un ronroneo, pero no abrió los ojos, apenas se acomodó en mis brazos—sacando la mano izquierda que estaba bajo su rostro y pasando el brazo derecho por mi cintura, presionándose aún más contra mi pecho.

Diecisiete Mil Sentidos Para Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora