Capítulo 13 ❁ Paciencia ❁

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Me encanta observar el cielo.

Mi madre siempre decía que era algo que no dejaba de hacer cuando me hacía mayor, pero tampoco sabía por qué. Nunca lo olvidó, después de que le conté que: amaba los colores cambiantes del cielo, siempre eran agradables a mis ojos, no eran fuertes y nunca se volvían rojos.

El rojo no era un color agradable, porque nunca lo había visto en eventos que me hicieran sonreír, ni siquiera en la escuela. Incluso en las calles, siempre aparecía como una clara señal de que una persona debía detenerse inmediatamente, también funcionaba como una señal de advertencia o de peligro. Ninguna de estas cosas era buena.

Además, el rojo era demasiado fuerte, siempre me daba dolor de cabeza. Y nada era divertido y tranquilo cuando me dolía la cabeza. Los dolores de cabeza me ponían de mal humor e irritable, inmóvil hasta el punto de que mi madre se impacientaba conmigo y me ponía aún peor por saber que yo era el motivo de su impaciencia. No era mi intención impacientarla y sabía que tampoco era su intención quedarse así, pero sucedía. Porque a veces nuestros sentimientos están fuera de nuestro control, Sohyun me había explicado eso una vez.

Pero no era sólo el color rojo lo que me ponía de mal humor, había otras cosas que tenían el mismo efecto. Como la música a todo volumen cuando sólo quería silencio, o el silencio perturbándome cuando tenía una gran necesidad de la música. Los colores fuertes de la televisión  después de ver algo durante mucho tiempo. Algunos días, todo demasiado para mí, incluso el simple ruido de algo golpeando el cristal era suficiente para hacerme gritar si me agobiaba el estrés durante demasiados días seguidos.

— Está bien, mírame justo aquí —dijo mamá, agitando las manos rápidamente para atraer mi atención, sosteniendo el Libro de la Reacciones en sus manos y levantándolo— Yo pasaré las páginas, ¿de acuerdo? Y tú me pides que me detenga cuando llegue a aquella con la que te identificas ahora, como te enseñé cuando eras pequeño, ¿de acuerdo?

Esto fue en uno de los días en que mi estrés era muy evidente, pero mi madre nunca supo cómo lidiar con ellos. No la culpaba, sentía pena por ella muchas veces, porque debía ser bastante horrible tener que lidiar con alguien extraño como yo.

—M-Mamá, ya no te-tengo cinco a-años…—me quejé—Ya te-tengo quin-ce.

Hacía que se frustrara mucho y me sentía mal por eso, pero tampoco era mi culpa.

—Tienes que ayudarme a ayudarte, Jimin—dijo, suspirando y dejando el libro de lado—No sé lo que esperas de mí. Lo estoy intentando, de verdad.

Cuando tenía siete años, fue cuando descubrí que era diferente. Mis compañeros de mi antigua escuela no me querían por alguna razón, pero nunca les pregunté el motivo, tampoco creo que me lo hubieran dicho. A decir verdad, no estaba muy interesado en ellos, pero fue imposible ignorarlos cuando me empujaron durante el recreo y me corté la mano cuando caí al piso, dolió mucho. Sentir dolor no es nada bueno, arde mucho, como si fuera fuego en contacto con tu piel—y antes de que te preguntes, sí, ya me quemé para poder afirmar esa comparación; estaba intentando hacer sopa instantánea un día en el que me quedé solo en casa—y fue entonces cuando tuve una de las primeras crisis más horribles de todas.

Nunca las recuerdo, pero Sohyun me explicó que es un tipo de manifestación que mi mente acumula debido al exceso de estímulos, resultando en reflejos físicos que me hacen soltar toda mi frustración, ira y estrés de una forma bastante clara para todo el mundo. Por lo menos, fue eso lo que entendí. Y las crisis me dejaban exhausto, cuando tenía una siempre dormía hasta el día siguiente, era desagradable cuando terminaba lastimándome para luego después tener que cuidarme, o cuando terminaba lastimando a mi madre cuando intentaba consolarme.

Diecisiete Mil Sentidos Para Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora