Catorce

459 37 12
                                    

EVIE 

No puedo creer lo a gusto que me encuentro. Estoy disfrutando de este viaje inesperado con mi marido más que nunca. Dasha ha salido por completo de mi cabeza, solo me dedico a disfrutar. No hay rastro de ella y no lo habrá. Me ha costado horrores callarme toda la historia y no contarlo a nadie, pero lo he conseguido. Y ahora ella no está. Ya no tengo de qué preocuparme. He cortado el problema de raíz.

—Mira, cariño —Milo señala al frente. Una simpática ardilla está sentada unos pasos más allá, comiendo algo que ha encontrado en el suelo—. Vamos a acercarnos a ver si deja que la toquemos.

—La ardilla no es tonta, Milo. Saldrá corriendo —hago una pausa para decir—. Yo lo haría.

—¿Tan feos somos?

Ambos reímos con ganas.

Le observo de reojo mientras él intenta acercarse con sigilo a nuestra amiga peluda. No puedo borrar la sonrisa de mi rostro. Es la mejor persona que he conocido. Estoy muy orgullosa de tenerle. Me encanta estar casada con él. Cuando está a punto de tocarla, la ardilla sale corriendo, asustando a Milo, que pierde el equilibrio y cae al suelo. Una sonora carcajada invade mi boca. No puedo dejar de reírme mientras él me mira desde el suelo.

—¿Te has hecho daño?

—Sí, ahora —se queja—. Después de reírte de mi, entonces vienes a preguntar.

—Perdona, es que ha sido muy gracioso.

Él se levanta y antes de que pueda reaccionar, me agarra por la cintura, me coge en peso y me lleva andando hasta apoyarme en un árbol. Nos besamos con pasión. Adoro que a pesar de llevar tanto tiempo juntos, no hemos perdido la magia, la conexión. Podríamos estar besándonos durante horas. Hay parejas que después de tantos años, no se besan. Ni siquiera un triste piquito. Nada. Cualquiera que nos vea desde fuera, pensaría que Milo y yo nos acabamos de conocer. Pues todavía mantenemos esa chispa y fogosidad. Podríamos ser dos adolescentes que están descubriendo ahora el amor.

—Te quiero tanto, Evie —susurra nada más separarse de mi boca. No me deja responderle, ya que vuelve a besarme. El sonido de mi móvil en el bolsillo, hace que nos separemos.

Frunzo el ceño, es un número oculto.

No me gusta contestar estos números.

Y mucho menos cuando he apuñalado a una persona.

Pero decido cogerlo.

Le hago un gesto de disulpa a Milo con el dedo. Este retrocede unos cuantos pasos y comienza a buscar a la ardilla en el árbol.

La voz me tiembla.

—¿Sí?

—Hola, guapa.

Esa voz. Ese acento. ¡No puede ser!

Cierro con fuerza los ojos y suspiro. No puedo decir nada, me he quedado en shock. Es la última persona que esperaba encontrar. Siento un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.

—Sí, sí... sé que estás ahí —susurra—. ¡Sorpresa! Soy yo.

«No puede ser. Esto no puede estar pasando. Ella otra vez no», pienso.

—Evie, ¿qué tal está siendo tu viaje? —pregunta, y sin esperar respuesta sigue hablando—. ¿Qué tal Milo? ¿Vio las sábanas con mi sangre? Me pregunto cómo le explicaste todo lo que pasó en la habitación.

Debo de estar pálida. Siento que estoy a punto de desmayarme. Las piernas han comenzado a temblarme y la visión está borrosa. Milo se acerca a mí, preocupado. Me pone una mano sobre el hombro y me mira fijamente.

Dasha WeissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora