Capitulo 2 "Reformas"

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(Han pasado unos días desde la masacre. Aunque al principio me sentí culpable, por alguna razón este cuerpo y mi mente se muestran indiferentes. Supongo que soy como un héroe oscuro, algo extraño para un RPG. Ahora, frente a mí, está Amy, una de las nuevas concejalas que ha surgido tras las reformas tanto en el ámbito militar como gubernamental. Parece que todo avanza bien, pero tengo que concentrarme en algo más importante: mi apariencia. Estoy pasado de peso, así que he decidido empezar una rutina de entrenamiento y una dieta estricta. Con respecto a mi fuerza y magia, aunque no lo entiendo del todo, siento un poder inmenso.)

—Señor, ¿me está escuchando?

—No hagas preguntas obvias. Sigue con lo que decías.

—O-ok, señor. Le decía que el primer príncipe de los Estados Unidos Centrales cumplirá ocho años, y debemos enviarle regalos.

—Bien, se los daré cuando se postre ante mí. ¿Cuándo viajaremos? (Ah, ya entiendo. Soy un protagonista arrogante que madura con el tiempo. No está mal. Si el príncipe tiene mi edad, lo más probable es que lo conozca en la secundaria. Seguro será parte de mi grupo.)

—L-lo siento, señor, pero no está invitado.

—¿¡CÓMO!?

—P-perdóneme, señor, pero usted es solo un barón de un reino lejano. Dudo que siquiera sepan de su existencia.

—Ya veo. No te preocupes, llegará mi momento, y él nunca olvidará mi nombre.

—Señor, no es bueno que diga eso...

—Sebastián, no te preocupes. Son solo palabras.

—Eso espero, señor. De todas formas, deseo felicitarlo. Las reformas han funcionado de maravilla: los ingresos han aumentado, el contento popular sigue subiendo, y el ejército, después de años, ha reorganizado sus filas. Sin embargo, las armas siguen siendo obsoletas, y los recaudadores todavía nos presionan.

—Entendido. Entonces, reduce el número de mis propiedades. Véndelas. Solo necesito lo mínimo, pero asegúrate de que sean usadas de la manera más rentable posible. Si eso no basta, vende también mis posesiones personales, incluso mis navíos.

—Señor, discúlpeme, pero es inaceptable que usted, como lord, quede sin nada.

—¡SILENCIO! Soy el lord, y yo decido lo que es aceptable. Haz lo que te digo, ¿entendido?

—E-entendido, señor.

—Amy.

—¿Sí, señor? —responde, un poco asustada.

—Buen trabajo. Sigue así. Además, reúne a las personas conflictivas y haz que los caballeros las vigilen. También promueve el alistamiento militar obligatorio con mayores beneficios económicos.

—Señor, disculpe, pero el servicio militar ya es obligatorio —dice Amy, sonrojada por el cambio en la actitud de Allen.

—Oh. (Así que aquí el servicio militar ya es obligatorio. Tiene sentido, considerando la época en que se sitúa esta historia. Quizás debamos avanzar hacia la industrialización.) Bien, invierte en equipamiento que facilite la cosecha y acelere la producción.

—Lo comprendo, señor, pero no hay muchas personas capacitadas para usar las máquinas o negociar su compra.

—Entonces, haremos reformas académicas. Será obligatorio completar al menos la primaria, y facilitaremos el acceso a la educación. Usaremos las iglesias para enseñar algo más que estudios eclesiásticos.

—Lord Allen, ¿está seguro? En muchos territorios no está bien visto promover la educación masiva... —responde Sebastián, con tono triste.

—No te preocupes. Considera esto un favor que le hago al pueblo. Eso sí, tendrán que pagarlo, convirtiendo el feudo en algo digno de mi nivel.

—Entendido, señor. Señorita Amy, por favor, continúe con su trabajo.

—Entendido.

—Bien, si ya terminaron, me retiro.

—¿Perdón, señor? ¿A dónde se dirige?

—He decidido que no solo debo cambiar el territorio, sino también a mí mismo. Voy a mejorar mi fuerza. Además, tengo otra tarea para ti: contrata a los mejores tutores que puedas encontrar en magia y conocimientos generales.

—Entendido, lord. Cuídese y no se esfuerce demasiado.

Mientras tanto, en el palacio real:

—Ya veo... así que me reencarné, ¿eh? Jajajaja. Y yo que pensaba que todo sería sufrimiento eterno. Pero ahora soy un héroe, el primer príncipe. Aunque estoy molesto porque ese dios no me ayudó antes, esto lo compensa un poco. De ahora en adelante, solo jugaré y me divertiré. Al fin y al cabo, esta vez el mundo gira a mi alrededor. Aunque... debí pedirle a Dios que trajera a ese mob para burlarme de él. Bueno, no todo puede ser perfecto. Es hora de disfrutar mi nueva vida.

(Así pasé los siguientes dos años entrenando hasta poner mi cuerpo en mejor forma que cuando estaba en la Tierra. También absorbí todos los conocimientos mágicos y técnicos como una esponja. Mi feudo avanzó a pasos agigantados: está en proceso de modernización y revolución industrial. En dos años logramos un progreso equivalente a veinte. Es sorprendente lo que se puede lograr con un buen proyecto y eliminando la corrupción.)

—Señor Allen, luce muy bien, pero debería dormir más. Esos ojos suyos...

—Sebastián, te preguntaré cuando quiera tu opinión, ¿entendido? (Aunque... lo siento, Sebastián. ¿De verdad se me notan mucho las ojeras?)

—Siempre tan afilado... Pero respecto a su solicitud de un maestro en esgrima, está complicado. La mayoría rechaza la oferta.

—Tontos que no reconocerían la grandeza ni aunque la tuvieran frente a ellos. Pero no importa. Hoy daré un paseo por la capital, específicamente los barrios bajos. Escuché que allí se encuentra el gremio oscuro más grande de la región.

—Señor, no lo recomiendo sin escoltas y soldados suficientes para eliminar el lugar.

—Tranquilo, anciano. Ellos también son clave en este mundo. Además, en los barrios bajos viven personas inocentes. (Según una fuente, hay un bar vinculado al gremio oscuro que negocia con esclavos. Quizás allí encuentre a una princesa elfa o algo similar. Suena interesante.)

—(¿El señor Allen realmente quiere conocer cómo vive la gente en los barrios bajos? Si algo le pasa, todo el esfuerzo será en vano...) Lo siento, señor, pero no puedo aceptarlo.

—¿Pedí tu opinión?

—No, señor... Supongo que nada de lo que diga lo hará cambiar de parecer, ¿verdad?

—Exacto. Así que no interrumpas. Es una orden.

—No hay de otra... Si tiene problemas, solo diga "Sebastián, el Destripador".

—¿"Sebastián, el Destripador"? Suena a nombre de stripper.

—Señor, antes de servir a su abuelo, tuve ciertos problemas en mi juventud. Aunque no me enorgullecen, a veces resultan útiles.

—Entiendo... ¿Eras fuerte?

—Podría haber extinguido un par de reinos menores en mi juventud.

—¿Entonces por qué mi padre no usó tus habilidades en la guerra?

—Mi secreto murió con mi verdadero señor, su abuelo. Nunca consideré digno a su padre de contar con mis servicios.

—Ya veo... No es necesario que expliques más. Todo el mundo tiene derecho a guardar sus secretos. En fin, me retiro. Te reitero: no me sigas ni envíes escoltas. ¿Entendido?

—Sí, señor. Cuídese mucho, por favor.

—No te preocupes, anciano. Cuídate tú también o morirás antes de lo esperado.

(Así comienza mi pequeña aventura en busca de un maestro... o tal vez un nuevo compañero para mi equipo.)

Reencarnado en un villanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora