Capitulo 3 "El señor demonio"

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Me dirijo a los barrios bajos, vistiendo ropa sencilla pero elegante, con un único objetivo: entrar en uno de esos famosos mercados negros. Según lo que sé de historias RPG o basadas en isekais, estos mercados suelen ser lugares clásicos donde puedes encontrar un increíble compañero o, quién sabe, una hermosa princesa elfa. En fin, ya estoy cerca de mi objetivo: un bar lúgubre en la parte más oscura y profunda del callejón.

Al llegar, empujo la puerta, y el sonido rechinante anuncia mi entrada. Dentro, las miradas caen sobre mí; hay una atmósfera cargada de humo y hostilidad. Cada paso mío resuena con un eco metálico debido a mis botas de cuero. Sin decir una palabra, me acerco a la barra y me siento frente al maestro del bar. Todo sigue en silencio, hasta que alguien finalmente decide romperlo.

—¡Oye, crío, ese es mi lugar! —la voz ronca proviene de un hombre robusto al fondo.
Permanezco en silencio.
—¿Qué pasa? ¿Eres sordo o estúpido? ¡Te dije que ese es mi lugar! —su tono se torna más amenazante mientras se acerca.

Lo miro de reojo y respondo con calma:
—¿Disculpa? ¿Me estás hablando a mí, cerdo asqueroso?

El bar entero contiene la respiración.
—¿¡CON QUIÉN MÁS HABLARÍA, MOCOSO DE MIERDA!?

Suspiro, fingiendo frustración.
—Nunca pensé que habría alguien tan estúpido como para hablarme de esa manera. Considérate afortunado: hoy no tengo tiempo para lidiar contigo. Tómalo como un regalo de los dioses que sigas vivo.

El hombre, completamente enfurecido, grita:
—¡MOCOSO ENGREÍDO!

Lanza un golpe directo a mi rostro, pero lo esquivo por un pelo. Sin levantarme del todo, le doy un golpe certero en la manzana de Adán, cortándole el aire, seguido de un puñetazo en la mandíbula que lo deja inconsciente en el suelo. Me sacudo las manos y, ahora de pie, miro al maestro del bar.

—Como te decía, necesito hacerte una consulta...

Pero antes de que pueda continuar, otros cinco hombres se levantan, armados con espadas estilo japonés, y un sexto aparece con una pistola antigua, probablemente del siglo XIX.

—No pierdan el tiempo. Les daré la misma advertencia que al otro sujeto: NO ME HAGAN ENOJAR.

Mi tono es frío, mi mirada, penetrante. Sin embargo, los hombres no retroceden.

El del arma dispara primero, pero, reforzando mi brazo con magia de tierra, logro resistir la bala, aunque el impacto me hace retroceder. Antes de que los espadachines puedan cortarme, salto hacia atrás, esquivándolos con un mortal. Agarro dos vasos de alcohol de la barra y, con un encendedor, los lanzo en llamas hacia mis atacantes, creando caos.

Aprovechando la confusión, avanzo hacia el hombre del arma. Justo cuando intenta recargar, lo golpeo con fuerza en la barbilla, alzándolo del suelo y dejándolo fuera de combate.

Dos de los espadachines restantes cargan hacia mí, pero atrapo la espada de uno con una silla cercana, rompiendo su equilibrio, y lo mando a volar con una patada. Finalmente, quedo frente al último.

—Admito que eres fuerte —dice el hombre, empuñando su espada con seriedad—, pero yo soy un rango C del gremio. Eso equivale a un militar con entrenamiento avanzado.

Me río con sarcasmo.
—¿En serio presumes de ser un rango C? Vamos, rápido, que estoy perdiendo el tiempo.

—¡Maldito arrogante!

Balancea su espada, reforzada con magia de fuego. Sin embargo, corro directo hacia él. En el último momento, realizo un giro inesperado, impulsándome hacia arriba, y lo golpeo con el talón directo en la nariz, dejándolo inconsciente.

Reencarnado en un villanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora