capítulo 6

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Luego de hablar al correccional, Laurence emprendió el viaje. La vieja institución quedaba al este de la ciudad, llegaría tipo diez de la mañana. Mientras manejaba su modesto Volkswagen Gol, pensaba en cómo debía hacer para quitarle la vida al joven sin que se le complique la salida, pensó en algún hechizo, simple, sin marca, pero estaba oxidado en el ámbito de la magia. Sabía las palabras claves, los movimientos exactos de sus manos para que la "ciencia oculta" hiciera los efectos que deseaba. Muchas veces pensaba lo primitiva que era la humanidad, mientras más se adentraba en el mundo de las ciencias "exactas" más se alejaba del mundo místico, cuando ambos eran parte del mismo mundo.

Cada descubrimiento de la ciencia en los últimos cien años, deberían haber acercado más al hombre a la magia ancestral, pero, por miedo a quedar como idiotas, los científicos quedaban puntualmente como tales ya que negaban rotundamente la existencia de un Dios o un demonio, o la magia misma, pero convivían con ello todos los días. Era como un velo que cubría sus ojos y, mientras más pasaba el tiempo, la humanidad se alejaba de las creencias de antaño.

Laurence se reía de la humanidad y se decía a sí mismo: «Ahí va, la humanidad, tan atea, tan frágil, si supieran que son solo piezas sueltas en el gran cosmos». Y lo que más le causaba gracia era que por donde buscaras —en redes sociales, cámaras de seguridad, testimonios—, estaba en evidencia el mundo sobrenatural. Pero los hombres habían pasado en menos de cien años de ser ingenuos y supersticiosos a ser ateos y escépticos, dos extremos peligrosos en el camino de la verdad.

Por ahí le daban ganas de mostrarle la magia al mundo, pero luego se decía que no valdría la pena. La humanidad no estuvo nunca preparada para ser pequeños dioses. Si la maldad hacía usos del hombre con el pequeño poder que tenía, no quería imaginarse cómo sería si tuviesen abiertas todas las capacidades "ocultas" de su psique.

Y no solo eso, cada ser humano superior que había pisado la Tierra era visto como un estafador y charlatán. No quería eso para su vida, en realidad no quería ser distinto, muchas veces envidiaba la ignorancia común. Vivir en el círculo vicioso que era la vida humana. Pero en ese círculo había dicha, desdicha y un vaivén de miles de sensaciones y matices que hacía que la vida fuese bella, mucho más de lo que él tenía.

Su vida era una escala de grises, el mal y el bien en la constante lucha por quedarse con el ser humano. ¿Quiénes eran estas criaturas para llamar la atención del cosmos? Eso Laurence no lo sabía.

Llevado por sus pensamientos estaba llegando a su destino y no encontraba la forma de matar al joven. Si decidía usar la energía de su cuerpo para dar unos pequeños voltios al corazón del chico, corría el riesgo de quedar como idiota si no le salía. En fin, si no lograba hacer nada paranormal, lo mataría con sus manos, total ¿qué podría pasarle?

Estacionó su auto en la vereda del correccional, entraba y salía gente, le llamó la atención tanto movimiento. Se presentó en la entrada como Roberto Gianalddi, abogado de Lorenzo Bracamonte. Al instante le informaron lo sucedido y el director preguntó:

—¿Quién lo contrató a usted? ¿La familia?

Laurence respondió muy seguro de sí mismo:

—Sí, claro, su padre. —Y extendió el poder firmado en tribunales por el tutor. Eso fue todo para callar al viejo director. Laurence se excusó con apuros y salió de allí, no tenía nada que hacer.

Se subió al auto y colocó en el GPS la dirección de la casa de los padres del joven, en algún lado debía estar y empezaría por ahí. Sintió una comezón en la cicatriz de su pecho, le ardía, eso era extraño. Tomó la ruta en dirección hacia Corazón de María.

La calle del ingreso al poblado era ancha y polvorienta. Del GPS salió una voz que indicó: "Tu destino se encuentra a la izquierda". Laurence observó que había un auto estacionado en la casa. Dedujo que debía ser de los padres del joven, estaba listo para acabar con todos ellos, no debía dejar testigos.

De inmediato sintió la energía brotar de su cuerpo. Se bajó del vehículo y, cuando iba a entrar, una mujer salió de la casa acompañada de un hombre. Estaba a punto de sacar su daga para acabar con sus vidas cuando sintió un dolor inmenso en su pecho, la cicatriz le ardía como nunca, sentía como si se encendiera por dentro. Exclamó: "Protege a tu siervo, protege a tu siervo", varias veces en griego. Luego en xenolalia. Sentía que el ardor disminuía y lo dejaba caminar.

Se dirigió hacia su auto. Cuando miró de nuevo, la mujer estaba auxiliando a un hombre que estaba tirado en el suelo. Laurence no entendía nada. Pidió ver el otro plano, pero tenía pocas fuerzas. Solo vio sombras que volaban alrededor de esa extraña pareja. Consiguió subir a su auto y salió arando el suelo a toda velocidad.

Se sentía mal, como nunca. Quería llegar a su casa, necesitaba hablar con la organización. ¿Qué le había pasado? Según lo que le habían enseñado toda la vida, él no podía ser dañado y hoy sintió que moría. Si no fuera por la protección que había invocado, no hubiese sobrevivido. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué había tanta oscuridad a su alrededor? Había muchos interrogantes flotando en su mente. Se acarició el pecho derecho, le dolía la cicatriz, miró en el espejo retrovisor y, tirando el cuello de su remera, observó la marca que llevaba desde la infancia, la forma de cruz acostada que tenía estaba colorada, más marcada que de costumbre.

Llegó a su departamento, sesentía sucio, confundido, con ganas de dormir. Se metió a la ducha, volvió aobservar la marca, ya estaba mejor, por lo menos no le ardía. Luego de ducharsese acostó y se quedó dormido de inmediato.

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora