capítulo 20

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Gabriel estuvo a la 2 de la mañana en el hospital, era un edificio grande de dos pisos, la noche estaba fresca y corría una leve brisa del este. Había quedado con Rubén Lorenzetti, el padre de Yamila, encontrarse en la sala de espera de quirófano. La operarían como a las 8 de la noche. En una de las sillas negras Gabriel vio a Rubén y Marta. Él era un hombre alto, de hombros anchos, robusto; ella, bella como la hija, de estatura mediana, pelo enrulado.

Estaban destrozados, abrazados esperando. Gabriel tenía ganas de decirles que su hija estaría bien, que su pequeño era muy especial y que debía permanecer dormida, pero que estaría bien. Pero no podía, debía aguantar, apoyarlos y volver al otro día con su pequeño hijo.

—Hola —dijo Rubén dándole un fuerte apretón de manos. Lo había conocido hacía un año, cuando Yamila los llevó un fin de semana.

—¿Cómo está? —preguntó Gabriel observando el cartel que decía quirófano.

—No sé, todavía no han salido —intervino Marta. Gabriel tomó asiento en silencio unos minutos, pensaba en su hijo, cómo estará. Una media hora después salió un médico.

—Buenas noches, soy el doctor Mendeville, neurocirujano que operó a su hija. Cuando ella llegó notamos en la TAC una pequeña hemorragia en el lóbulo temporal, la operación salió bien, pero hay que esperar a que despierte para ver si no hay secuelas.

—¿Secuelas? —quiso saber la madre.

—Es el cerebro, mamá, hay que tener fe de que todo salió bien.

Gabriel le preguntó:

—Disculpe la pregunta, pero si no la hubiesen operado, ¿qué podría haber pasado?

El médico frunció el ceño concluyendo:

—No sé, quizás si no le hubiésemos hecho una TAC, ella con el tiempo perdería algunas funciones y moriría, pero no hay forma de que no encontráramos el sangrado.

Gabriel asintió, pero por dentro pensó: «¿Si le hubiesen dado el alta en aquel hospital porque ella despertaba bien?». El médico conversó con ellos por un rato explicando los detalles de la operación. Al final expresó.

—Vayan a descansar, ella no despertará hasta mañana.

El padre de Yamila le dio la mano al médico, luego invitó a Gabriel a quedarse en casa. Este aceptó y salieron. Quedaba a unos 40 minutos de la capital. Cuando llegaron, los tres estaban muy agotados. La señora Marta le ofreció el cuarto de Yamila para dormir, estaba decorado con muchos cuadros de grandes físicos de la historia. Marie Curie ocupaba un lugar especial en el centro de una pared de fondo oscuro. Luego, en menor tamaño, estaba Einstein con su clásica sacada de lengua, seguía Bohr, Dirac Thompson y Rutherford. Gabriel agradeció la hospitalidad y se recostó en la cama de plaza y media.

Estaba fresco, se cubrió en la frazada y se quedó completamente dormido.

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora