Gabriel recuperaba lentamente la conciencia, sentía ardor en la cicatriz de su pecho, estaba confundido. Vio a Abigail a su lado, sintió una conexión muy especial con ella. Se puso de pie lentamente y preguntó:
—¿Qué sucedió? ¿Qué me pasó?
—No lo sé, viste a ese hombre que se acercaba en el Gol y te desmayaste. Cuando levanté la mirada para pedirle ayuda, ya no estaba.
Gabriel miró a su alrededor, volvieron hacia adentro; la casa estaba vacía y abierta como cuando llegaron. La ausencia de la familia de Lorenzo era un misterio más de los que ya rondaban la cabeza de Gabriel. El ardor del pecho le hacía poner atención en la pequeña marca que lo acompañaba desde la infancia, hacía muchos años que no pensaba en ella, nunca le había molestado. Es más, cuando se bañaba era la única vez que la notaba. Era asombrosa la forma de cruz que tenía, como si llevara el catolicismo anclado en su pecho. Solo pensar en ello le causaba gracia, después de su infancia religiosa, él se había convertido en agnóstico. Ponía en duda todo lo que alguna vez creyó; aunque seguía con la mente abierta, no se dejaba engañar por cielos e infiernos.
No podía aceptar en su mente un Dios unilateral capaz de crear un cielo perfecto para los merecidos y un infierno eterno para los pecadores. Al fin y al cabo, el humano era solo pecado y poco arrepentimiento, todos somos merecedores del infierno o del cielo. Ese pensamiento de igualdad que tenía sobre la conducta humana lo alejaban de lo "absoluto" que podía ser un Dios. Él estaba firmemente convencido de que el humano es la suma de su historia, que nadie es "bueno" estilo Rousseau ni "malo" estilo Maquiavelo, que éramos instintivamente ciegos y que lo que podía frenar el instinto se basaba en gran parte en el aprendizaje. Y el hombre no era culpable del todo de su historia, por consiguiente, no era merecedor del cielo ni del infierno o era merecedor de ambos. No podía haber excepciones.
Estaba convencido de que había algo más, que estábamos rodeados de sucesos extraños, pero le costaba concebir en su razón a un Dios todopoderoso.
Revisaron la casa de Lorenzo por última vez. Al no encontrar nada llamativo, Gabriel dejó su tarjeta personal y escribió en una hoja de papel: "Llamen a la brevedad". Cerraron la puerta y se marcharon.
—La verdad no entiendo nada, Gabriel —dijo Abigail cabizbaja—, ¿quién era ese hombre que vimos y se fue despavorido?
—No lo sé... La verdad, esto cada vez es más extraño. Tengo que hablar con mis padres, ¿puedes conducir?
—Sí, sí, claro.
Se hicieron a la orilla para intercambiar asientos mientras Gabriel marcaba el número de su casa. El pitido del celular sonó un par de veces. Luego atendió María:
—Hola, hijo, ¿estás bien?
—La verdad, no, mamá, estoy confundido, están pasando cosas muy extrañas, y algo me dice que tiene que ver con mi infancia.
La madre, haciéndose la distraída, preguntó:
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Lazo de Sangre
Science FictionLa eterna lucha del bien y el mal interiorizada en la vida de un niño y su padre. El sacrificio, el amor y el dolor se mezclan para dar forma a Lazo de sangre. Una novela de ficción e intriga que llevará al lector a la magia milenaria, las sectas se...