Capítulo 27

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Otra vez el mar, la misma playa, el viento cálido, la arena tibia y el cielo despejado con las hermosas constelaciones. Gabriel se puso de pie, y sin esperar, sin pensar, comenzó a caminar en dirección al agua. Estaba harto de esto, quería ver hasta dónde llegaba ese sueño. Alcanzó la espuma, miró hacia abajo, su pijama negro de seda que una vez le regaló su madre. Comenzó a caminar nuevamente, para su sorpresa no se hundía, caminaba por arriba del agua, sentía en sus pies como si la densidad del líquido fuera distinta, podía percibir la humedad. Pero, por más que caminara hacía el medio, no se hundía. En ese instante oyó la voz:

—Ángel Gabriel Guiraldes, antes de que fueses lo que eres ya eras lo que algún día serás. El tiempo se agota, cuando el pequeño cumpla los siete años ya no podrá evitar convertirse y el fin comenzará, debes evitarlo, debes matarlo ahora, los días están contados.

Gabriel se dio la vuelta mirando hacia la playa, estaba en el mar, no había advertido que del otro lado era un desierto, una playa enorme, la luz de la luna, muchísimo más grande de lo normal, bañaba kilómetros.

—¡No puedo matar a mi hijo! Él no es malo, es bueno, por favor, debe haber otra forma, el otro día me di cuenta de que puedo cambiar el futuro... Al pequeño que vi morir en tu visión, lo salvé —dijo Gabriel gritando.

La voz sonó más fuerte.

—¿Crees que si hubiese otra forma no te lo diría? Observa el cielo.

Gabriel dirigió la mirada hacia arriba y volvió a ver la imagen, estaba el pequeño Matías sin vida, acostado cubierto por una manta. La voz continuó:

—No cambiaste nada, ese niño morirá en manos de la bestia junto con millones de humanos si no lo impides.

Gabriel lloró, sentía la ira arder en su pecho y le dolió la cicatriz. Gritó:

—¡Qué Dios cruel e injusto eres!

Un torbellino se armó en la arena y apareció una figura, era un hombre alto, brillante cargaba una espada reluciente le dijo:

—¿Injusto? ¿Crees que fue justo que el hijo de un Dios se hiciera hombre para que lo torturaran y asesinaran sin piedad por la salvación de los hombres? Solo tenían una condición para recuperar la vida que perdieron y lo único que hicieron es blasfemar contra Dios. Ustedes son los caídos, en el reino de mi padre no hay maldad, no hay dolor, no hay muerte

Gabriel se dio cuenta de que no hablaba con Dios, que era un ángel.

—Si mi hijo muere, la muerte de Jesús habrá sido en vano, el sacrificio de tu Padre será en vano...

El ángel se acercó hacia Gabriel a una velocidad altísima. Lo tenía enfrente, era enorme, de rasgos perfectos, pelo ondulado y bien corto, de piel trigueña y brillante, sus ojos eran grises y poderosos.

—Si el niño muere, millones se salvarán, millones que no debían salvarse. No luchas por el remanente de Dios, ellos ya aceptaron a Cristo, tu lucha es por aquellos que no lo aceptaron. Debes frenar el reinado del mal, debes acabar con ese propósito, por eso fuiste creado.

Gabriel se enfureció aún más.

—Me hubiesen creado sin sentimiento, sin dolor, como una máquina como eres tú.

Gabriel supo que se había sobrepasado, pero en vez de ver furia en los ojos del ángel, vio compasión.

—Querido hijo, sin dolor no hay sacrificio y sin sacrificio no hay salvación, confía en mí...

Justo cuando Gabriel le estaba por preguntar algo más, el ángel comenzó a elevarse. Antes de desaparecer dijo:

—Solo confía en Luciano.

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora