Gabriel despertó temprano, Ángel dormía a su lado. Lo contempló por unos minutos. Su hijo, su pequeñuelo, no podía ser más que eso, un niño que necesita de su padre. Suspiró profundamente, se le vino a la cabeza la imagen de la bestia del sueño, los homicidios, las violaciones, la muerte, no podían provenir del pequeño. Intentó mirarlo objetivamente, como si fuera un niño cualquiera, lo dio vuelta poniéndolo boca arriba, le subió la remera hasta dejarle ver el pecho, nada, no había nada allí. El alivio lo sintió de inmediato, luego se acordó de que le saldría a los siete, dentro de unos meses. Era su hijo, su pequeño, y nunca dejaría de verlo así.
Si él estaba encargado de salvar a la humanidad sacrificando a su hijo, entonces la humanidad debía darse por perdida.
El sonido del timbre lo sacó de sus pensamientos, miró el reloj, eran las 7:40, día soleado, decía su móvil. Se levantó sin hacer ruido y se vistió, el timbre sonó de nuevo. Imaginó que la imprudencia de la hora traería al viejo Vincent, que era de venir a cualquier hora y sin aviso. Abrió la puerta, pero no, era otro hombre, mayor también, pero con aspecto latino de pelo cano, vestía un pantalón negro y camisa blanca mangas cortas.
—Disculpe la hora, ¿Gabriel Guiraldes? —dijo el hombre, apoyándose en un bastón muy bonito que tenía en la mano. Gabriel no sabía si asentir o decir el nombre que llevaba allí, el de Raúl—. Disculpe la retórica, sé que es usted —concluyó el viejo.
—Sí, soy yo, eso lo sé —dijo Gabriel—. Pero ¿usted? —concluyó.
—Mi nombre es Luciano.
Cuando Gabriel escuchó el nombre, su mundo se le dio vueltas, recordó la carta que había escrito Leoncio, sabía que era de los malos, que querían acabar con la vida de su hijo hace casi 7 años. Intentó cerrar la puerta con brusquedad, pero el viejo la trabó con el pie y de un solo impulso lo tiró al suelo con el bastón. Gabriel intentó ponerse de pie rápidamente, pero el viejo le golpeó en diferentes puntos del cuerpo, las piernas, los hombros y el pecho, por ello Gabriel se quedó inmóvil paralizado. Solo podía mover el cuello y hablar.
—¡Deja en paz a mi hijo, maldito loco! ¡Te voy a matar!
El viejo hizo media sonrisa.
—No quiero hacerle daño, ni a ti. Aunque quisiera no podría, no tengo oportunidad contra él.
Gabriel, salivando de bronca, gimió entre dientes.
—¡Ya está! ¡Es un niño, déjenlo en paz!
El viejo observó el rostro de Gabriel, que estaba enfurecido, vio también mucha energía contenida en su interior, una energía distinta a la humana.
—No hay peor ciego que el que no quiere ver, ¿cierto? Te dejaré libre, pero no intentes hacerme daño, despertarás al niño y nadie quiere eso.
El viejo volvió a tocar los puntos del cuerpo y Gabriel recuperó la movilidad, sentía un hormigueo en su organismo. Se puso de pie preguntando:
—¿Qué quieres?
—Un café, bien cargadito por favor.
El viejo se movió despacio por el living hasta llegar a la cocina y se sentó. Gabriel lo vio caminar, parecía un viejito débil y casi lo mata con cuatro movimientos. «¿De dónde salen estos locos?», se preguntó. Luego se dirigió a la cocina.
—No te ofrecí nada, pero veo que tampoco puedo negárselo.
Gabriel preparó el café, el viejo miraba las fotos del pequeño que estaban por todas partes, solo o con Gabriel, o una mujer, a la mayoría no reconocía, excepto a uno, en uno de esos cuadros estaba Vincent, recordó lo vivido con él en la Orden, la dedicación a Laurence que el alemán le ofrecía para luego traicionarlos.
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Lazo de Sangre
Science FictionLa eterna lucha del bien y el mal interiorizada en la vida de un niño y su padre. El sacrificio, el amor y el dolor se mezclan para dar forma a Lazo de sangre. Una novela de ficción e intriga que llevará al lector a la magia milenaria, las sectas se...