Capítulo 22

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Capítulo 22

Luchaba con todas sus fuerzas. Las criaturas habían llegado a Luciano, lo arrastraban como un trapo viejo por el suelo rojizo. Dos seres le habían agarrado las débiles manos, pero el viejo no se defendía, se dejaba llevar.

Laurence no comprendía por qué el de arriba había permitido que un ser indefenso entrara en ese lugar, qué motivos había tenido, o tal vez sea solo la idea del arcángel. ¿Quién habrá sido? Él no estaba muy enterado de cómo funcionaba, pero sabía que había seres con mucho poder en ambos lados de la línea y que quién podía tener el atrevimiento de traer un humano a este plano debía ser alguien de un alto cargo como Gabriel o Uriel.

Luego de que se llevaron a Luciano, a él lo dejaron en paz, era en vano pelear, no podría vencerlos solo. Laurence, cansado, intentó alejar sus pensamientos del pobre viejo. «Debería coger con los que estaban con Salomé, o beber, o drogarme, eso hacen todos aquí», pensaba Laurence, pero no lo sentía, no podía dejar de pensar en cómo había fallado a la humanidad. Sabía que todo su interior estaba hecho de oscuridad, pero ¿por qué no podía dejar el asunto y listo? Siguió los pasos de los carceleros que llevaron al viejo. Observó desde atrás de una roca, le hacían todo el daño imaginable. Lo quemaban, lo sodomizaban, se burlaban, lo mordían, y el viejo, como un gran campeón frente al dolor, impávido, con los ojos puestos en lo alto. Ningún ser podía soportar tanta tortura, menos un hombre.

Laurence no logró aguantar ver cómo destrozaban a su amigo, se arrodilló en el polvo y mirando hacia arriba exclamó:

—¡Te doy mi alma, deja que se vaya, déjalo ir y cumpliré lo que me pidas!

En ese instante el tiempo se detuvo, le apareció un ser brillante, de túnica dorada y alto, bellísimo, en su cinturón dorado le colgaba una espada de un plateado perfecto, con letras extrañas a su alrededor.

—Uriel, sabía que eras tú.

El ángel se inclinó hacia Laurence.

—Onixte, mira dónde has caído. ¿Por qué te dejaste seducir, amigo mío?

Laurence se enfureció.

—Yo no soy ese, ni nunca lo fui.

El ángel hizo el rostro para atrás.

—Se ha borrado tu esencia. Pero Luciano tiene razón, hay algo de bondad en ti, si no, no podría estar contigo. ¿Qué quieres?

—Salva a Luciano, él no debe estar aquí...

—Él quiso estar, yo solo cumplí el deseo de su corazón, quería estar contigo.

Laurence se enfureció y se levantó contra el ángel. Este, con un ademán de su mano, lo derribó.

—Tranquilo, Onixte, no quiero hacerte daño.

Laurence sintió que una fuerza lo tenía contra el suelo.

—Sálvalo, déjalo vivir su corta vida en la Tierra, él no es malo...

—Yo lo sacaré de aquí, pero debes cumplir con un propósito.

—Lo que sea, pero que lo dejen en paz.

Laurence pudo ver que el viejo Luciano desapareció.

—Ese sacrificio es imposible, no puede venir de uno de los caídos —dijo el ángel como hablando consigo mismo—. ¿Qué buscas a cambio, qué quieres de él?

—Nada, solo quiero que esté bien, no merece estar acá.

El ángel lo tomó del mentón levantándolo hasta su rostro, lo observó a los ojos. La mirada poderosa penetraba hasta los huesos de Laurence.

—Luciano nunca estuvo en peligro. Desde que los atraparon él ya no estaba aquí, era solo su cuerpo. Él me rogó, imploró, como pocos lo hicieron en la historia humana, que te dé la libertad, que al final valdría la pena. Quise ver si había algo de real en lo que ese ser humano decía sobre ti, si no era solo su amor que lo hacía verte bueno. Me ofreciste tu destrucción a cambio de este humano y eso, con los eones de años que tengo, me sorprende.

—No te creas, mis manos sangran con la vida de cientos de inocentes.

El ángel suspiró.

—No digo que te puedes redimir, en ti hay oscuridad, pero puedes ayudarme.

—¿Qué quieres de mí?

—Cuando sea necesario, debes liberar a alguien, en el momento justo que te lo pida. Estará aquí, en este mundo. Si lo logras, te daré la libertad.

—No puedes liberarme. Solo el dueño de este mundo o tu creador pueden hacerlo.

El ángel sonrió.

—Hay una forma, un camino, solo los de mi clase saben el secreto...

El ángel miró arriba y sefue como un rayo. Laurence se encontraba detrás de la roca, pero esta vezLuciano ya no estaba. Un gran alivio descansó en su alma.

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora