Capítulo 23

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Ángel sentía unas manos que lo movían, los ojos le pesaban, estaba confundido.

—Vamos, Angelito, es hora de irnos —dijo Matías intentando despertarlo.

—¿Qué hora es? —preguntó Ángel desperezándose.

—Las cinco y media, si logramos salir ahora llegaremos a las 8.40 justo cuando a mamá la dejan salir al patio. Si tenemos suerte, la podremos ver desde afuera.

Angelito intentaba comprender a su amigo, luego de unos minutos recordó que tenía que curar a la mamá de Mati. Su corazón le palpitaba fuerte, jamás había desobedecido a su papá y mucho menos había huido. Cuando la duda comenzó a hacerlo recapacitar recordó la película de Jesús, él iría y ayudaría a la mamá de un amigo. Entonces se levantó de prisa.

—¡Vamos, amigo! Vamos a ayudar a tu mami...

Matías le regaló una sonrisa, mientras le tiraba una campera suya a los pies de la cama.

—Póntela, afuera está frío.

Se vistieron y bien sigilosos se marcharon. Estaba oscuro, Ángel miraba hacia todos lados, tenía miedo de la oscuridad, ¿si aparecía la sombra y decidía castigarlos por ver la peli? Le dolía la panza, era por los nervios, pero quería impresionar a su amigo y no dijo nada. Seguía a Matías por detrás. Cuando llegaron a la ruta principal, Matías le explicó:

—Debemos caminar unos seis kilómetros, vamos por la orilla así no levantamos sospecha.

Cruzaron el guardarraíl y caminaron por la vegetación que seguía la ruta. Por una hora siguieron con la dificultad del camino, Ángel estaba cansado, pero no lo decía, pensaba: «Si soy como un ángel, no me voy a andar quejando porque tengo ganas de ir al baño o estoy cansado». Pero sus piernas le dolían. Matías seguía el GPS de su celular y al parecer cada vez faltaba más. Se dio la vuelta y sacó de su mochila una botella de agua y le dijo a Ángel:

—Bebe, parece que nos lleva más tiempo caminar por la orilla, deberíamos ir por la ruta.

Ángel bebió agua y afirmó.

—Sí, es mejor, así llegamos más rápido.

Subieron a la ruta y siguieron caminando. A unos metros un auto azul estaba estacionado en la orilla, el sol estaba saliendo. Matías increpó a Ángel tomándole la mano.

—Camina cerca de mí y pasemos rápido.

Angelito apresuró sus pasos. Cuando estaban por pasar por el costado del vehículo, un hombre flaco, de pelo corto, tatuado, exclamó:

—¡Eu! ¿Qué hacen solitos ustedes dos?

Matías se detuvo explicándole.

—No estamos solos, nuestros papás están viniendo por detrás nuestro, nosotros nos adelantamos.

Angelito lo miró reprochándole, pero Matías lo tomó de la mano y lo jaló hacia él apurando el paso. El hombre bebía una lata de cerveza mientras fumaba.

—Bien, si es así, ¡sigan su camino! Pero si quieren que los lleve, solamente deben decírmelo, en mi auto caben los dos.

Ángel pensó que sería una muy buena idea, eso acortaría los tiempos, así podrían llegar antes que su papá se entere de su ausencia. Mientras Matías comenzaba a decirle que no era necesario, Ángel intervino.

—Gracias, señor, nos ayudaría mucho si nos lleva.

Matías le volvió a jalar la mano.

—¡No, Ángel! No debemos subirnos a ningún auto. Ya vienen nuestros papás.

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora