Capítulo 7

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Habían pasado unos días desde que había aceptado que me gusta Aiden, Cada vez estaba mas loco por el, sus ojos color miel me hipnotizaban, Que nuestros cuerpos se rozasen hacía que mi piel se erizase y cada vez que hablaba mi corazón se aceleraba. Me tenía a sus pies, cuando estaba a su lado deseaba que el tiempo se parase, si de el se trataba, nunca era tiempo suficiente.

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- Me estoy volviendo loco - dije dejando unos vasos en el fregadero.

- ¿Qué pasa? - preguntó Sandra en tono burlón. 

- Es ese ángel pelinaranja, no puedo quitármelo de la cabeza. LA chica se rio - Lo odio, te lo juro - dije frustrado.

- Por alguna razón no creo que lo odies - se burló. Hice un puchero - Sigo sin entender porque no salís juntos .

- Porque no le gusto. 

Sandra se rio - Te está llevando a ver París, te suplico que te quedases en su casa, te ayudó a aprender francés y mil cosas mas, si eso no son señales obvias de que le gustas, entonces no se cuales son- se rio.

- Puede que simplemente le de pena, además ni siquiera se si le gustan los chicos - intenté defenderme. 

- Pues pídele salir - propuso.

- No es tan fácil - protesté. 

- Conmigo si lo fue.

- No es lo mismo - me excusé. 

- Ya, el tiene pene y yo no. Déjate de tontearías y pídele una cita - dijo seria.

- Vale, vale, le pediré salir - me había asustado, nunca la había visto así.

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Me encontraba en el sofá de casa, estaba esperando a que Aiden llegase, me había imaginado miles de formas de pedirle una cita y ninguna me convencía. Estaba nervioso y tenía miedo, esto iba a salir mal. El abrir de la puerta me sacó de mis pensamientos - Hola - Saludó Aiden, que acababa de entrar por la puerta. 

- Hola - Salude. 

- ¿Qué haces? - preguntó.

- Nada - soné mas nervioso de lo que quería.

- ¿Seguro? - ya sabía que tramaba algo. 

- Bueno, estaba pensando que podríamos salir a cenar o algo - confesé nervioso.

- Claro, hace tiempo que quiero ir a un sitio, ponte guapo - sonrió . me puse rojo.

- Yo siempre estoy guapo - intenté disimular mi nerviosismo. Aiden sonrió.

- Hay un problema. Eso hizo que me asustase.

- ¿Qué pasa? - pregunté histérico.

- Que no puedo dejar solo a Lucía. 

- Tengo a una amiga que puede cuidarla - sugerí. No iba a permitir que todo se fuese al traste por culpa de la niña.

- No quiero molestar a nadie.

- No es molestia, a ella le encantan los niños- mentí, no sabía si le gustaban o no.

- Bueno, en ese caso, esta bien - aceptó finalmente. Una vez el chico desapareció por el pasillo, llamé a Sandra - ¿Qué pasa? - preguntó al otro lado de la línea.

- Necesito tu ayuda - soné histérico. 

-¿Qué ocurre? - preguntó asustada.

- Tienes que cuidar de la hermana de Aiden para que pueda salir con el esta noche.  

Triunfar en ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora