011

3.1K 346 54
                                    

Los enemigos eran más fuertes de lo esperado.
El Soukoku se unió para pelear, y junto a Akutagawa, Lagartija Negra y otros miembros de la Port Mafia, combatieron contra la organización enemiga.

Hubo cientos de fallecidos, y otros cuantos tenían heridas de gravedad. Estaban derrotados. Por primera vez, la Port Mafia iba perdiendo la batalla y eso no era nada bueno para la ciudad.

¡AKUTAGAWA! ¡OYE! ¡SAL DE LA MISIÓN! ¡TIENES QUE CUIDARTE! ¡POR TU FAMILIA!

Gritó Chūya a lo lejos.

El pelirrojo podía ver lo mucho que Akutagawa se esforzaba, y lo poco que le quedaba de energía para seguir. Le preocupaba que algo malo le llegara a pasar, pues no sólo era Akutagawa y su hermana Gin, sino que también, tenía una pequeña familia y debía volver sano y salvo con ella.

— Estoy bien, Chūya-san. T-Tenemos que ganar.

Contestó adolorido. Estaba sobre el suelo, intentando levantarse entre los escombros y la sangre que derramaba. Había resultado herido de una pierna, parte de sus costillas y la cabeza. Se sentía mareado y poco a poco veía todo más borroso y oscuro.

— ¡No lo hagas, Akutagawa! Si te levantas podría ser peor. Estás lastimado. ¿Por qué te lanzaste al más poderoso tú solo? ¿Estás demente?

Chūya se acercó en su ayuda, acomodándolo de mejor manera, aunque no tuviera nada con que darle primeros auxilios.

— E-Ese maldito... Amenazó con asesinar a mi familia... Porque en el pasado, Chūya-san... Mi abuelo Yakuza asesinó a sus padres.

¡¡¿AHH?!! ¡¿Y eso qué tiene que ver contigo?!

Akutagawa tuvo un ataque de tos en ese momento, derivado de su problema en los pulmones y de los golpes internos, expulsaba sangre.

— ¡DAZAI! ¡TRAE A ESA DOCTORA, O AYÚDAME A TRASLADAR A AKUTAGAWA!

★*★*★

En la Agencia de Detectives Armados, Haruo no paraba de llorar. Naomi lo arrullaba en sus brazos, caminando por toda la oficina de la agencia, pero no conseguía que el niño se calmara.

— Vamos, bebé, tranquilízate.

Hablaba nerviosa, sin saber qué más hacer.

— Revisa su pañal. Haz cualquier cosa pero cállalo. Nos está perjudicando a todos.

Dijo Kunikida. Los llantos ya lo habían puesto de mal humor, y no sólo a él, todos estaban cansados de oírlos.

Naomi, con ayuda de Kyouka y Yosano, llevaron al bebé a la única habitación de descanso que la agencia tenía. Lo recostaron sobre la cama, arriba de una manta especial, para poder cambiarlo. Era difícil por la inquietud y molestias del niño.

— No sé cómo Atsushi puede con toda esa responsabilidad. Tampoco me creo el hecho de que el perro de la mafia haya aceptado ayudarlo.

Opinó Yosano.

— ¿A dónde fue Atsushi?

Preguntó Kyouka. Era la respuesta que nadie sabía. El albino sólo llegó a dejar al bebé y se marchó, sin decir una palabra.

Haruo seguía llorando mucho.

— Cuando esté cambiado, hay que darle su biberón.

— ¡Yo lo haré!

Apoyó Kyouka.

Un apresurado Atsushi entró a la habitación. Traía un gato de peluche con sonaja que pertenecía a Haruo, y una bolsa con latas de leche en polvo para bebé.

¡Haruo! Ven aquí.

Se abrió paso entre las cuidadoras de su hijo para ir hacia él y terminar de abrochar su pañal limpio. Haruo dejó de llorar al escucharlo y sentirlo cerca, ahora le sonreía, con las últimas lágrimas que quedaban en sus ojos.

— ¡Oye, ¿Dónde estabas?!

Cuestionó Yosano. Atsushi sonrió con esfuerzo, pero en sus ojos podía notarse que había llorado mucho.

— O-Olvidé las cosas de Haruo en casa, así que regresé...

Tomó en brazos al tranquilo bebé azabache, y lo recargó en uno de sus hombros.

— Mocoso, ya dínos lo que pasó.

Entró Kunikida, acompañado de Ranpo y Junichiro. A todos les parecía una situación extraña la manera en que Atsushi llegó apresurado, fingiendo calma.

Atsushi colocó una de sus manos en la parte trasera de la cabecita de Haruo, sintiendo su cabello en su barbilla, bastante suave.
Derramaba lágrimas que no pudo controlar.

— Ryū... Quiero decir, Akutagawa... Resultó muy herido y, Dazai-san dice que está muerto. Pero él no puede estar muerto ¿Verdad? Ryū prometió estar conmigo y con su hijo por siempre, cuidándonos, no puede morir... No todavía...

Entraba en pánico con sólo pensarlo. Kyouka le sostuvo a Haruo un momento, mientras despejaba su mente.

— Tranquilízate. Dazai puede no estar tan seguro.

Comentó Ranpo, quedando pensativo en las posibilidades.

BEBÉ DE HABILIDADES [SHIN SOUKOKU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora