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El ambiente se volvía tenso con la llegada de Akutagawa a la Agencia de Detectives Armados. Todos observaban desde adentro cómo sería la conversación del perro de la mafia con Atsushi. Temían que por alguna razón, Ryūnosuke estuviera enterado del bebé y quisiera desaparecerlo cuánto antes.

El albino se mantenía firme, pero con sus manos temblorosas, esperando las palabras del mafioso.

Jinko.

— ¿Si?

Akutagawa sujetó una de las muñecas de Atsushi y lo encaminó hacia un lugar alejado de la agencia. Todos se quedaron sorprendidos y a la vez asustados de lo que podría hacerle el mafioso a Atsushi.

— ¿A dónde me llevas?

— Cállate y no te quejes.

Respondió frío y cortante. El corazón de Atsushi latía con rapidez, nervioso de morir pronto.

Akutagawa lo llevó hasta una motocicleta y le pidió subir en ella. Él conduciría.

Sujétate o te tiraré, Jinko.

— ¿P-Por qué me llevas en moto? ¿Vas a matarme? Prometiste no intentar matarme durante seis meses... ¿N-No podrían ser nueve meses mejor?

— Calla, me molesta tu voz.

Finalmente avanzaron por un camino libre y despejado de coches y personas. Akutagawa quería privacidad, estaba claro, pero... ¿Cuáles eran sus intenciones?

Al llegar al lugar, después de un callado paseo, bajaron de la motocicleta. Había una vieja cabaña de dónde provenía un agradable olor a comida, a Chazuke.

— Huele a...

Chazuke.

Completó Akutagawa, notando las expresiones de alegría en el rostro del albino. Atsushi sonrió inconscientemente, y sin darse cuenta, se estaba acercando a la entrada de la cabaña, siguiendo el aroma.

Jinko. Te gusta el Chazuke ¿No?

— Sí. ¿Cómo lo sabes?

— Sólo lo supe.

Tosió para cubrir un poco su rostro ruborizado.

— La agencia es bastante pobre. En esta cabaña vive mi abuela Hiromi, ella preparó chazuke y un festín para nada pobre. Entra, comeremos.

— ¿P-Por qué haces esto, Akutagawa? Yo nunca imaginé que seas bueno... creí que tú eras horrible...

— No soy bueno, Jinko. Soy un monstruo. Ninguna palabra de esto a nadie.

Atsushi asintió con la cabeza.

Ambos entraron a la cabaña, siendo recibidos por una anciana muy amigable con los dos. La mujer se acercó a ambos y los abrazó al mismo tiempo, como si tuviera dos nietos.

— ¡Mi Ryū-chan! ¡Jinko-chan! ¿Cómo está mi Gin?

— Gin está en el trabajo, abuela.

— Muy bien. Me alegro que el Jinko-chan se haya atrevido a venir.

Respondió con voz cariñosa, besando una de las mejillas de los dos.

— Jinko-chan necesita alimentarse muy bien.

Dijo la anciana entre risas simpáticas, tocando cuidadosamente el abdomen plano de Atsushi. El albino retrocedió de inmediato, antes de ser visto por Akutagawa.

— Tu abuela es muy agradable, Akutagawa...

— Vamos a comer. Abuela, nos sentaremos.




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BEBÉ DE HABILIDADES [SHIN SOUKOKU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora