「 Prologo 」

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Las vacaciones de verano suelen durar un mes y medio, tiempo en el cual Yirina se la pasaba con sus abuelos jugando a juegos de mesa, pintando, haciendo picnic fuera de la casa o en algún lugar cercano lleno de flores cerca de casa. La hermosa casa de sus abuelos era una cabaña de dos pisos a las afueras de la ciudad. La ciudad estaba rodeada de una barda de cinco metros, miles de hectáreas rodeada de esa barda de hierro, ¿por qué?, porque afuera vivían los híbridos los cuales estaban prohibidos en la ciudad por protección hacia los ciudadanos ya que la mayoría de esos híbridos son carnívoros con cientos de casos donde atacaban a los humanos y los lastimaban, incluso les quitaban la vida. Podría decirse que estaban encerrados en una ciudad libre de híbridos siendo la única ciudad que los prohibía ya que en otras ciudades híbridos y humanos conviven tranquilos.

Hay algunos que se atreven a dejar la ciudad por algunas de las salidas ocultas entre las miles de hectáreas, unos regresan heridos, otros ni siquiera viven para contarlo. Yirina odiaba a los híbridos tanto como su familia lo hacía y el resto de las personas, un dolor imperdonable en su corazón era el que alimentaba aquel odio y aunque aquel híbrido se disculpara, no lo perdonaría.

『🌿』

Llegó a casa de sus abuelos bajando del auto que la traía de la estación de autobuses, en la entrada estaban sus abuelos esperándola con una enorme sonrisa. Tomó de su maleta rodante jalándola mientras en su espalda colgaba una mochila, el auto se fue, Yirina ya frente a sus abuelos soltó de la maleta para poder abrazarlos.

—Yirina, cómo has crecido —dijo su abuela emocionada.

—Ni tanto abuela, solo como tres centímetros.

—Tres centímetros es suficiente —dijo su abuelo—. Espero que aún puedas caber en tu cama.

—No vengo un año y así se comportan —dijo Yirina sonriente.

—Vayamos adentro, acabo de hacer la comida.

Los tres entraron, Yirina fue a dejar su maleta junto a su mochila en el cuarto donde siempre se quedaba para luego bajar y comer con sus abuelos. En toda la comida Yirina les contó lo que había hecho durante todo el año que no estuvo con ellos en casa de sus padres mientras estudiaba medicina, todo lo que había aprendido, las pocas amistades que había hecho y las veces que salió con ellas. Terminando de comer Yirina desempacó sus cosas doblando su ropa y guardándolos en cajoneras y algunas en el closet en donde seguían algunas blusas que dejó la última vez que fue.

—Listo, ¿quieren ir a algún lugar? —preguntó Yirina.

Siempre era la misma rutina los primeros tres días. Día uno, Yirina desempacaba, iban a una parque famoso del lugar en donde habían flores muy bonitas, estatuas e incluso una fuente, siempre se tomaban fotos, recreando las del año pasado, para el atardecer regresaban a casa, jugaban ping pong, ajedrez, poker, entre otros juegos, iban a cenar a un restaurante y regresaban a casa para dormir. Los abuelos de Yirina siempre estaban en su cama desde las nueve con treinta, era algo de gente mayor, mientras Yirina se la pasaba despierta en el balcón de su habitación leyendo algún libro o simplemente disfrutando de la vista hacia el oscuro bosque y el hermoso cielo estrellado. Segundo día, iban a caminar hacia la montaña para darle la vuelta y comer en un restaurante que había, regresaban a casa, iban a los bolos dando ya la noche iban a cenar a otro restaurante y regresaban a casa para dormir.

—Sabes que si quieres hacer otra cosa puedes decirnos —le dijo su abuela.

—Lo sé y está bien, me agrada hacer esto con ustedes —dijo Yirina sonriente.

—Bien. Buenas noches Yirina.

—Buenas noches abuela.

Tercer día, desayunaban chocolate caliente con galletas, mismas que Yirinahacía junto su abuela, jugaban hasta la hora de la merienda en el patio trasero el cual era enorme y daba hacia el bosque pero estaban seguros, metros después estaba la barda de metal que separaba su ciudad de los híbridos. En la merienda iban junto a todos los vecinos hacia un lago para hacer un picnic, era un lago algo grande y profundo, pero no tanto. Se quedaban ahí hasta que atardeciera y regresaban a casa, debido a que ese lago estaba un poco lejos sus abuelos llegaban directo a la cama siendo Yirina la que guardaba todo pero no le importaba, entendía que sus abuelos estuvieran cansados.

—Si hay algo que quieras hacer mañana puedes decirme, ¿de acuerdo? —le dijo su abuelo.

—Si abuelo. Hasta mañana.

—Hasta mañana mi niña.

Fue hacia su habitación cerrando la puerta, apagó el foco y se cambió aun con la gran ventana del balcón abierta pues era un pueblo de confianza y sabía que nadie estaría espiándola del otro lado. Se colocó su pijama sacando la silla del escritorio para poder leer subiendo sus piernas al barandal. Cuando la hora de la cena llegó, bajó solo por una manzana para regresar a su cuarto y seguir leyendo. Los minutos pasaron convirtiéndose en horas, su vista comenzó a pesar, se estaba quedando dormida. Tomó de su separador para ponerlo en medio de las hojas en donde estaba leyendo para cerrar el libro entrando de regreso a su cuarto, dejó el libro sobre el escritorio y se tiró sobre su cama cubriéndose con sus sábanas para así poder dormir.

Desde que tenía seis años, siempre tenía pesadillas, rara vez soñaba algo lindo o algo "normal" en donde estaba conviviendo con sus padres como solía hacerlo, pero en su mayoría eran pesadillas, pesadillas en donde era perseguida por híbridos de lobos los cuales corrían a cuatro patas como las bestias que eran. La ropa de Yirina estaba cubierta de sangre y no sabía hacia donde correr, solo veía los gruesos troncos de pinos pasando junto a ella escuchando los gruñidos y ladridos de los lobos detrás de ella hasta que en cierto momento se tropezaba y caía al suelo torciéndose el tobillo, al voltear hacia atrás aquellos lobos estaban más cerca gruñéndole mientras mostraban sus filosos y sangrientos dientes. Al retroceder uno de ellos se lanzaba hacia ella y despertaba de golpe con la respiración agitada, pero esta vez fue diferente, despertó a causa de un fuerte estruendo.

Salió de su cama preocupada de que algo haya entrado a la casa pero de nuevo se escuchó, solo que provenía de fuera de la casa. Con su respiración agitada caminó hacia la pared a un costado de la ventana tratando de ver que ocurría pero solo estaba la oscuridad del bosque, volteó hacia el reloj de mesa que tenía junto a su cama el cual marcaba 3:58am, fuera lo que estuviera pasando, tenía que hacer algo ya que parte de la propiedad de su abuelo tenía manzanos y naranjos, también tenía una valla la cual era respetada por todos, pero tenía que vigilar, esa su deber al ser la única despierta.

Se colocó un abrigo junto con sus tenis, entrando con cuidado al cuarto de sus abuelos para tomar del arma de seguridad que tenían junto con una linterna. Salió por la puerta trasera de la casa mientras cargaba el arma, prendió la linterna alzando el arma mientras la sostenía así ver hacia donde apuntaba. Lo único que se escuchaba era el viento provocando que las ramas chocaran y uno que otro grillo, pero no había nada más, los naranjos estaban bien ahora tenía que ver los manzanos que estaban al final. Mientras caminaba en la húmeda tierra, logró escuchar el crujir de una rama escondiéndose rápidamente detrás de un árbol apagando la luz de su linterna, todo estuvo en silencio de nuevo, esperó un poco más y no pasó nada. Suspiró saliendo de su escondite prendiendo de nuevo la linterna llegando al final de la valla en su lado izquierdo, todo estaba en orden, los manzanos estaban bien, caminó hacia el otro extremo de la valla la cual medía un metro con treinta centímetros. Estando en el centro de esta justo en la puerta vio algo rojizo, se acercó un poco más tocándolo con su dedo pulgar, estaba fresco y al parecer se trataba de sangre.

¿Algún animal lastimado?

Se preguntó a sí misma. Comenzó a buscar más huellas o rastros de aquella sangre y la encontró, siguiéndola hasta el otro extremo de la valla en donde escuchó una respiración ronca como si se tratara de un oso, pero no habían osos en el lugar, ¿un animal enfermo?. Movió la linterna hacia el lugar logrando ver una cola esponjada de un zorro, ahora todo tenía sentido, había un cazador de zorros cuando claramente estaba prohibida la caza. Suspiró acercándose hacia aquella cola, el cuerpo del animal estaba cubierto con ramas, movió una con cuidado escuchando su gruñir, solo se detuvo unos segundos para continuar quitando una de las grandes ramas y lo que había bajo esta no era un adorable zorro, era un híbrido zorro.

—¿Yirina? —apuntó hacia él asustada—. ¡Tranquila, tranquila!, soy el vecino Jay, puedes bajar el arma.

—L-lo siento...escuche ruidos y solo vine a-

—Es un híbrido, no se como pero logró entrar.

—¿A-a si?...

—Logre darle en el brazo, así que no irá muy lejos. ¿No está dentro de tu propiedad?

—N-no...—lo miró por unos segundos— está despejado —limpió la sangre en la parte trasera del saco.

—De acuerdo —suspiró—, seguiré buscando un par de horas más, está lastimado y estará sangrando, lo encontraré y lo mataré.

—Es lo mejor pero...¿y si no lo encuentras?

—Llamaré a la policía, supongo, avisando que hubo un híbrido dentro.

—Claro...—lo miró de nuevo.

—Bueno, seguiré buscando, será mejor que entres a casa o algo podría pasarte. Buenas noches Yirina.

—Buenas noches Jay.

Le sonrió y este se fue haciendo crujir levemente las ramas y hojas secas debajo de sus pies. Yirina apagó la linterna esperando a que este se alejara y cuando lo hizo la prendió de nuevo, sosteniéndola con sus dientes para poder quitar todas las ramas de aquel cuerpo logrando quitarlas todas. Estaba hecho bolita con sus rodillas en su pecho y su rostro oculto en estas, sus orejas estaba agachadas, una de sus manos sostenía con fuerza su brazo, era donde había obtenido aquel balazo, tomó de la linterna con su mano intentando acercársele con cuidado, quería saber que tan lastimado estaba pero no soltaba su brazo, tomó entre sus dedos la tela de su sudadera y no era tan gruesa como para detener la bala y bajo esa sudadera no tenía nada más, estaba herido gravemente. Lo inspeccionó bien, sus rodillas estaban descubiertas y raspadas con cortadas las cuales también sangraban, no solo tenía un balazo en su antebrazo, también tenía las rodillas sangrando, necesitaba ser curado pero Yirina odiaba los híbridos.

Se puso en pie alejándose un poco de él. Tenía que hacer algo, llamar a Jay de regreso, darle ella el balazo en la cabeza, dejarlo ahí o ayudarlo. Alzó su arma apuntándole y por alguna razón sus lágrimas inundaron sus ojos, ¿porque lloraba?, frente a ella había un estúpido híbrido el cual solo piensa en matar y comerse a las personas por eso había entrado, por eso había ido a su casa a buscarla, o alguno de sus abuelos y matarlo, no lo iba a permitir, no de nuevo. Quitó el seguro del arma tragando en seco, solo tenía que presionar el gatillo. De pronto, aquel cuerpo se movió lo cual la alertó, sacó su rostro de sus piernas mirándola fijamente sin pestañear.

—¿Q-que quieres?...¿q-que haces aquí?!...

Sabía que hablaban, o por lo menos eso recordaba, pero este no respondió solo volvió a cerrar sus ojos dejando caer su cabeza, al parecer se había desmayado. Solo tenía un deber, presionar el gatillo y todo se acabaría, de todas formas necesitaba muchas cosas para sacar la bala, saturar la herida y coserla, no podía hacer mucho y menos a un híbrido con dientes filosos y garras largas, ella saldría más lastimada que él.

¿Qué tenía que hacer?...

Vacaciones Arruinadas - Kim SunooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora