Sí, dejé de escribir, por un tiempo que amenazó mi concepto de infinito. La razón? Los latidos de mi corazón que cada día sonaban más bajos, más tenues. Esos que hicieron un voto de silencio y me privaron de su melodía, aquella melodía que cada noche me marcaba el ritmo del próximo verso. El decidió guardarse sus penas, no las compartío conmigo. Las acumuló hasta lograr que sus engranajes se fueran atascando; como resultado su sinfonía es cada día más desgastada, hasta que un día pare por completo y mis latidos se dibujen como una simple línea recta en la pantalla. Mi último recuerdo: aquel sonido ensordecedor de la computadora, -esbozo una triste sonriza- al menos pude oír por última vez, aquello que un día fue el latido de mi corazón.
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Fantasías Delirantes de un corazón roto
PoesíaYo, que siempre fui corta de palabras, agradecí el arte de la caligrafía, fue mi salvación en muchos momentos, sobretodo cuando las palabras, incapaces de salir de mi boca, se acumulaban en mi cabeza provocando pensamientos dañinos de más-. Y desde...