Ya estoy lista, se que debo irme pero como siempre me quedo de más frente al espejo. Mis ojos se fijan a aquella fina cadena que adorna mi cuello, hace tanto tiempo la llevo que a veces no soy consciente de ella. Con la llema de mis dedos rozo el pequeño dije, una manzanita -como solías decirme- y al instante miles de recuerdos inundaron mi cabeza. Me la regalaste el día que me propusiste salir. Como me gané mi apodo? Quizás por el echo de que mis mejillas se tiñeran de rojo cada vez que mencionaban tu nombre - que vergüenza- por suerte siempre me creían la excusa del exceso de colorete y pude disimular mis sentimientos ante los demás, pasó desaparecido para todos, menos para ti. Y recuerdo como te burlabas diciendo que mi cara redonda parecía una manzanita, si, tenias una extraña forma de demostrar tu amor y un don innato para incomodarme a veces, pero siempre sabías como devolverme la sonrisa. Y a mi se me hizo costumbre fingir mi enojo para disfrutar de tus mimos. Eramos raros y teníamos una rara forma de amar, pero esa rareza me condujo a los días más felices de mi vida. Una fugitiva lagrimilla me saca de mi trance. Es hora de marcharme, ya se me hizo tarde...como siempre.
ESTÁS LEYENDO
Fantasías Delirantes de un corazón roto
PoesíaYo, que siempre fui corta de palabras, agradecí el arte de la caligrafía, fue mi salvación en muchos momentos, sobretodo cuando las palabras, incapaces de salir de mi boca, se acumulaban en mi cabeza provocando pensamientos dañinos de más-. Y desde...